EL LIBRO DE LOS ROMANOS
Comentarios Del Libro De Romanos
Por L. M. Grant
Prologo
Romanos 1
Romanos 2
Romanos 3
Romanos 4
Romanos 5
Romanos 6
Romanos 7
Romanos 8
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PrólogoEsta epístola fue escrita desde Corinto, donde el apóstol había visto la maravilla de la gracia de Dios obrando en medio de la mayor degradación y maldad, salvando las almas de esta repugnante condición que era bastante común en Grecia, pero aún más notorio en esta ciudad en particular. Por eso es adecuado que esta carta a los Romanos muestre el pecado de toda la humanidad, lo exponga enteramente y descubra que hay justicia con Dios, y que por eso la ira de Dios se revela desde el cielo, no permitiendo excusar o justificar el pecado. Pero la misma justicia se revela en el evangelio en forma de gracia para los impíos - gracia que magnifica la justicia, justificando al culpable por medio del completo castigo llevado por el Señor Jesucristo en la cruz del Calvario.
Dios está ante nosotros como Juez Soberano, ejerciendo sus prerrogativas absolutas de condenación y justificación, sin escatimar ningún mal en ninguno de sus grados, sino sobre el fundamento de la muerte y del derramamiento de sangre de Cristo, justificando al pecador que cree en Jesús y que ha sido previamente juzgado (y encontrado culpable).
Para el mantenimiento del Trono de Dios se requiere una condenación absoluta del pecado y cuando un alma ha conocido la bendición de ser liberada de la esclavitud del pecado, se deleita en contemplar tal justicia y verdad, así como también cada uno de los otros atributos de Dios. Pero en Romanos Dios bondadosamente ordena la presentación de la verdad como ir a buscar al pecador donde él está al principio y sacarlo de la esclavitud y la oscuridad, guiándolo experimentalmente a través del ejercicio del alma, estableciendo sus pies en las sendas de la verdad según su justicia.
Como la justicia es “de Dios”, así el evangelio es “de Dios”; Él está ante nosotros como la fuente de toda verdad y bendición. Su soberanía y sus designios están indeleblemente y brillantemente descritos para aquellos que tienen ojos para ver. Si Él nos hace conocer nuestros pecados en todos sus espantosos caracteres, también nos muestra que Él es mayor que todos estos pecados: de hecho cualquier objeción que pudiera levantarse (E incluso estos, se han de mostrar en su carácter más fuerte y más pleno). Dios es lejos el más probado y triunfa gloriosamente sobre todos ellos, pero este triunfo no es sobre los hombres, más sí en nombre de ellos, esto es, en nombre de cuantos creen en Cristo Jesús “Si Dios es por nosotros, ¿Quién contra nosotros? (Romanos 8:31). Dios no ha tomado un lugar de enemistad contra los hombres: Por el evangelio Él mostró de un modo realmente profundo que Él está a favor del hombre. ¡Verdaderamente bendita Gracia!, ¡Bella respuesta a la enemistad de nuestros propios corazones hacia Él!.
Se sugiere al lector tener los textos de las Escrituras que son comentados delante de él, de modo que pueda ir considerando verso por verso, porque estos pensamientos son simplemente como una ayuda en el estudio personal y en entendimiento de la infinitamente preciosa Palabra de Dios. En algunos casos la versión autorizada ha de presentar alguna diferencia con algunos textos, que son generalmente tomados de la “New Translation” por J. N. Darby.
Romanos 1La salutación (inusualmente larga) ocupa siete versículos, extendiendo claramente, como él hace, el fundamento completo de ese evangelio del que Pablo era un mensajero. Introduciéndose así con el Evangelio que los Romanos habían recibido.
Primero, él da una evidencia hermosa de la inclinación de sus hombros al yugo de Jesucristo; “Pablo, siervo de Jesucristo”, sujeto a la obediencia de Cristo por un amor mayor que el amor a sí mismo. Más su humildad es así firme, como reverente. Por el llamado de Dios él es un apóstol; y aunque él confirma su propio sometimiento a Cristo, él lo declara no rebajando la posición a la que Dios lo ha llamado. En tercer lugar, él es “apartado para las Buenas Nuevas de Dios”; su ocupación es en el mundo singular; su identificación es con su mensaje – el evangelio de Dios – es tan pleno que es una ocupación absorbente. ¡Bendecido para tener un corazón y una mirada única!.
Esta breve nota le trae a él al evangelio hacia el cual su corazón se encuentra elevadamente unido y que inmediatamente lo conduce a la confesión de su fuente (confirmado por el testimonio de la Escritura Profética v.2) y en cuanto a la persona de Jesucristo el Hijo de Dios, vemos su fundamento o el corazón de su naturaleza (v. 3 dando testimonio a Su humanidad, v. 4 a Su Deidad Eterna). El testimonio y las evidencias de Pablo con sus declaraciones en Romanos, son de lo más profundo y de la mayor importancia instructiva en una epístola que está tratando con la administración del juicio, y la justicia.
“El evangelio de Dios” es “concerniente a Su Hijo Jesucristo”. Si Dios es su fuente, Cristo es su esencia de toda provisión: allí no hay una sola característica de él en su modo de vivir, sino que está vitalmente conectado con la Persona de Cristo. Las “Buenas Nuevas” es lo que le concierne a él: Pablo no será encontrado en ninguna otra parte, sino completamente en Jesucristo.
Él tiene “fue hecho del linaje de David, según la carne” su genealogía establecida en la realidad de su naturaleza. ¡Bendita y maravillosa gracia de esta condescendencia del Señor de la gloria, para nacer de los judíos! Él es así también el Hombre que cumple todas las promesas de Dios. Pero también “que fue declarado ser Hijo de Dios, con poder, según el espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos”. Esta es la evidencia breve pero concluyente de su deidad: Allí estaba en Él un poder no humano “el Espíritu de santidad”, no simplemente “ el espíritu de un hombre” (aunque esto también es verdad), pero un estado de intrínseca santidad unido con el morar, sin aflicción, presencia inextinguible del Espíritu de Dios y manifestado por su vida aparte de su muerte, esto es lejos anterior a su naturaleza humana – también humanidad perfecta, aunque en su naturaleza humana la santidad de Cristo no es menos verdadera, como también sin aflicción y presencia inextinguible del Espíritu, - pero estos son vistos como los frutos de dependencia como Hombre en Dios. Aquí está en su poder personal como Dios, que Él ejercitó y demostró en la resurrección de entre los muertos. En Él estaba la intrínseca vida y santa, como antes de su nacimiento, el ángel dijo a María “la criatura santa que ha de nacer, será llamada Hijo de Dios”. Esta santidad era de un carácter total sobre la naturaleza humana y única al solo Dios.
De hecho, Adán sin caer aún no era poseedor de la santidad, para asegurar la santidad es necesario el conocimiento de lo bueno y lo malo, y el rechazo absoluto del mal. Esto principalmente solo está en Dios, aunque en infinita gracia Él lo comunica por el nuevo nacimiento de las almas de los hombres. Tanto la santidad de la humanidad de Cristo (Verdaderamente perfecto desde el nacimiento) era dependiente de Dios, desde tal lugar de dependencia Él podría decir “Yo no me moveré”. Bendecida verdaderamente esa condición humana, quién tenia todos sus afluentes en Dios, no tenía oídos para nadie mas que a la voz de Dios, extraía su completa provisión solo de las manos de Dios, tenía su lugar en Dios, siempre delante de Él, no conoció otro motivo sino la gloria de Dios. No desconocía la existencia del pecado (como era Adán antes de caer), mas Él en nada respondió al pecado, - en su lugar manifestó un completo aborrecimiento y rechazo de este. ¡Pura y sin par dependencia verdadera!
Más la santidad aquí es la característica de la Deidad, - Su propia unidad personal con el Espíritu de Dios, e infinitamente sobre nuestra concepción como criaturas. El poder de vida era inherente en Él, y su prueba fue en la resurrección de Lázaro y otros desde la muerte, como en su propia resurrección.
Poderosa entonces es la voz que ha llamado a Pablo, comunicándole a él “...recibimos gracia y apostolado, para obediencia a la fe entre las naciones”. “Gracia” es mencionada primero que “apostolado”: solamente la gracia de Dios puede dar los verdaderos motivos y poder para el ejercicio del apostolado, a partir de cualquier otro don. Pero cuando Dios a dado un don, Él también da “gracia, conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7). Bueno es para nosotros conocer nuestra medida, porque nosotros no podemos esperar gracia para ir más allá de ella.
El apostolado trae consigo la autoridad de Dios, sin embargo también la autoridad de Dios es ejercida en gracia.
Estas dos calificaciones (gracia y apostolado) son evidentemente ambos especiales comunicados a Pablo para que él pudiera presentar el nombre de Cristo a los Gentiles, - Aquel nombre es el objeto para la “obediencia de fe”. No la obediencia de ley, que es meramente exterior, más sí la obediencia que emana de un corazón purificado por la fe. El evangelio requiere y produce, una perfecta confianza en el nombre de Cristo, que nos humilla en sujeción a Él.
Escogidos de entre los Gentiles, los santos en Roma son designados como “llamados de Jesucristo” (LBLA). El saludo entonces dirige la epístola “a todos los estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos”. Ninguno de los santos en la ciudad fue excluido, aunque de Romanos 16 aprendemos que allí evidentemente había diferentes lugares de reunión. No que allí hubiera algunos cismas; sino que probablemente a causa de la persecución fueron mantenidos grupos pequeños y sencillos.
Ellos se saludan como otras asambleas que son, de acuerdo con el carácter y el mensaje del Cristianismo, - “Gracia a vosotros y paz, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”.
Los versos del 8 al 17 nos dan la introducción, - vislumbramos hermosamente en el corazón del apóstol, quién se muestra completamente unido en alma y espíritu al Dios del evangelio, y por consiguiente a todos cuyos corazones el evangelio ha entrado. Cuán grande es también esto y embellecido al recordar que Pablo nunca ha visto a los santos en Roma. Lejos de cualquier espíritu de envidia, su corazón es inundado con el regocijo en la obra que Dios manifiestamente ha trabajado en esa tierra distante. Su primera idea acerca de ellos es una de acción de gracias a Dios a través de Jesucristo, que su fe fue manifiesta para ser hablada a lo largo del mundo entero. Es más, él oró por ellos, y ese Dios puede por cualquier medio favorecerles con una visita a ellos. Observemos el ordenado e importante apoyo de sus palabras: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo”. ¿Puede haber alguna duda acerca de la realidad de sus oraciones? Ninguna. Él deseaba tan profundamente esa visita que diría, - “de alguna manera”. Dios concedió la petición: los medios eran llevarlo como prisionero allí por la causa, - y él todavía se regocijaba en el Señor.
La enseñanza de Dios, así como era y el deseo de verles era indiscutiblemente un deseo nacido de Dios en su alma, no era simplemente verles, sino algo que él buscó. Dios le había dado a él, como él maestro y apóstol de los gentiles, un mensaje distinto que él supo que ellos necesitaban para su verdadero establecimiento. Esto acercó su corazón poderosamente hacia ellos; aún de este modo lejos de darse importancia así mismo, como vaso del ministerio de Dios, sus motivos van profundamente apacibles ministrándoles a ellos: “Juntamente con vosotros, yo sea consolado en vosotros, cada cual por la fe del otro, es a saber, la vuestra y la mía”. En su ministerio estarían los medios para extraer el ejercicio inteligente de la unidad piadosa y comunión entre los santos, - su propio corazón lo está anhelando y ha sido confortado por el ejercicio de la fe que en ellos hay y ellos han sido confortados por el suyo. Allí hay consuelo mutuo cuando se cultiva mutuamente la fe. Esto no era un simple desahogo: esto primero había sido el propósito del apóstol al visitar los santos en Roma, pero él había sido estorbado. Aún él no permitió ningún pensamiento de preferencia por ellos sobre otros Gentiles, aunque plenamente se interesó por ellos como por los otros. El amor de acuerdo a Dios no es parcial: es real y pleno.
El efecto de la gracia de Dios en el corazón de Pablo y la acción poderosa del Espíritu de Dios le causó considerarse un deudor especialmente a todos los Gentiles, - Sean Griegos o Bárbaros, - cultos o incultos acerca de las mundanas clasificaciones y normas. Dios había depositado en él con aquello que todos ellos necesitaban y con la responsabilidad de orientarlos a ellos. Él sería entonces enteramente su mensajero. Fue tan lejos como su habilidad y las intenciones de su corazón (a pesar que en aquel momento él estaba allí por las circunstancias), él fue plenamente preparado para predicarles el evangelio a los Romanos también. Pero a pesar de que él no ha podido por tanto declarar por palabra de boca a ellos el evangelio, procede ha hacerlo con tinta y pluma. ¡Bendita fuerza de fe – porque incluso los santos del presente día han ganado infinitamente! “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”. Aquí está el secreto de la fuerza de Pablo. Él estaba consciente que el evangelio llevado en él, no era simplemente la misericordia de Dios sino el poder de Dios y así como en el verso 17, la justicia de Dios. Pero el poder de Dios no está para apelación de la carne o dar ocasión a la carne: más bien es poder “para salvación”, manifestado a favor de “todo aquel que cree”, - no con parcialidad, aunque verdaderamente el mensaje vino a “los judíos primeramente”, - un recuerdo provechoso a los Romanos, quienes eran Gentiles. Se notará que en estos pocos versos, Pablo esta cuidadosamente poniendo una base para sus argumentos, - una base que no puede ser discutida. Por consiguiente nos encontramos con frecuencia las palabras “Para” y “porque”, que da una indicación del distinto carácter de la epístola, - es decir, hombres reunidos a Dios en el trono, que traen la completa evidencia a la luz, apoyando cada declaración con simple y sólida verdad.
¿Pero Por qué el evangelio? - ¿Por qué esto es necesario? Porque Dios en estos últimos días a revelado su ira desde el cielo, no un simple proceder de castigo a los hombres sobre la tierra, pero es una ira no aplacada por alguna aplicación de ira infligida sobre la tierra: en otras palabras una ira eternal contra el pecado. Juan habló de esto in conexión con aquellos quienes murieron es sus pecados – “El que no cree en el Hijo, - la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Cuan indeciblemente terrible es este pensamiento; Y que infinita bendición y fuerza de carácter, está cuando viendo en el evangelio comprendemos que es la única liberación de la eterna ira de Dios, “la oscuridad de las tinieblas por siempre”.
El caso de los Gentiles Ignorantes
Desde el verso 18 (Cap. 1) hasta el verso 17 de Romanos 2 en cuanto al caso de los Gentiles es considerado, - es un caso en el que allí no puede haber ninguna excusa que los exceptúe de la revelada ira de Dios. Su estado es probado no tan solo como ignorantes de la luz, sino como rechazadores de esto. Ellos eran impíos e injustos, “detienen con injusticia la verdad”. Ninguna excusa será útil para el llamado “pagano ignorante”. Ser ignorantes de Dios no es simplemente su infortunio; Esto es su pecado; Su ignorancia es premeditada. ¡Cuán solemne acusación sobre la raza humana! Ninguno podrá huir basado en el argumento que el hombre es simplemente un débil pecador: él ha sido probado como un pecador premeditado. Porque el no está, como algunos podrían protestar, sin una evidencia clara de Dios. Incluso aparte de la revelación de Dios en Su Palabra, el mismo bárbaro “detenía la verdad con injusticia”: no el verdadero evangelio, ciertamente, puesto que la verdad de Dios son “eterno poder y divinidad”.
La Creación es el testimonio innegable de esto. Nada más que la deshonestidad total puede negar el poder y divinidad de Dios, frente a una creación de tal gloria como aquella que nosotros contemplamos cada día. “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmos 19:1). “Allí no hay ninguna palabra ni discurso donde su voz sea oída”. Y de nuevo, como el Señor pregunta a Job, “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? “, “¿Sobre qué están fundadas sus basas?”, “¿Quién encerró con puertas el mar?”, “¿Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasaras adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas?” (Job 38:4-11). El Señor simplemente demanda que Job enfrente la evidencia a la que él fue confrontado día a día. ¡Pero cuán poderosamente abrumadora es la evidencia para que cualquiera la escuche o tome en cuenta! “de modo que no tienen excusa”. Bendito es el día que un alma completa y francamente, realice y confiese que ninguna circunstancia es una excusa para pecar. Quiera Dios que nosotros podamos conocer plenamente como condenar el pecado sin reserva y esto particularmente en nosotros mismos.
En la creación los Gentiles “conocieron a Dios”. Esto verdaderamente no es la conciencia, vital conocimiento derivado solamente del nuevo nacimiento, sino el conocimiento distinto indicativo el cual suministra la inexcusable culpa. Ellos obstinadamente se negaron en darle a Dios Su propio lugar: ninguna intención de agradecimiento ellos tendrían hacia Él. Ellos recibirían sus bendiciones, mas cortaron la misma mano que ha ellos les dio y procedieron a pervertirse totalmente. En los razonamientos internos de sus mentes, se inclinaron en seguir su propia voluntad, esto los arrastró a la extravagancia; y con sus corazones, obstinados sin entendimiento, fueron ensombrecidos por la oscuridad que ellos escogieron. ¡Es más, en los mismos razonamientos que a ellos los llevaron a tal oscuridad, ellos profesaron ser sabios! – Una profesión que completamente los declaro a ellos necios. Éste era su desarrollo – o evolución, si Ud. lo desea – “ellos se volvieron necios”.
Aún esta es simplemente el principio de la historia del hombre en su deliberado, premeditado, determinado curso del mal. Pero esta es una delineación veraz, tal como solo Dios podría dar o daría. Bueno resulta para nuestros corazones ver a estos en una verdadera y precisa exposición de la horrible corrupción de la humanidad en Romanos 1. Ellos fueron de mal en mal. No contentos con la vanagloria y rebelión contra Dios, ellos estarían dispuestos a tomar de los placeres arrastrando la gloria de Dios cada vez mas bajo, - primero, para traerle a Él al nivel del hombre corruptible (¡indecible iniquidad horrible!), y entonces lo degradaron a Él a eso de “pájaros”, “bestias” y finalmente lo “rebajaron a cosas”. La misma base, tan depravada convirtió al hombre en aquel que eventualmente no poseerá ningún Dios salvo aquel que le pueda pisotear bajo sus pies. Pero el se olvida ciegamente que le es necesario ponerse bajo ese dios que él adora – llevando la deshonra de las cosas más bajas; tanto que los objetos de su adoración producen un testimonio vivido a su degradación desventurada.
“Por lo cual también Dios los entregó...” – no realmente que Él haya sido indiferente, sino porque sus reconvenciones, por la vileza de sus inteligencias y conciencias, no tuvieron efecto sobre su determinado curso del mal. Como nos fue dicho de otro, “Efraín es dado a ídolos; déjalo”. (Óseas 4:17). El hombre cosechará los frutos amargos de su rechazo al lugar de dependencia de Dios – su mal cada vez más manifiesto de modo que una vez el mismo pensamiento ha de ser horrible y detestable a él. Entonces él dirá, “Yo no puedo ayudarme a mí mismo”. En esto él habla la verdad, pero por qué él no se confiesa asimismo la verdad como el origen de este estado vergonzoso – esto es, que él ha rechazado retener a Dios en su conocimiento, tal obstinación se vuelve sobre su espalda; y ¿Dios se ha conformado en dejarlo en la suciedad que realmente prefiere? Por esto es solo Dios quién puede proteger un alma en contra del mal y si Él es ignorado, allí no hay profecía de la profunda iniquidad del hombre.
Esto será notorio después de su rechazo de Dios, el hombre logra su propia corrupción personal: él peca contra sí mismo – deshonrando su propio cuerpo. Algunos hay quienes piensan de esto como indecoroso y absoluto pecado; y pocos quienes piensan así respecto a su ignorancia de Dios. Pero esto último es el origen mismo del mal y lo anterior es la esfera de mi primera responsabilidad a Él. El apropiado cuidado de mi cuerpo es una peculiar confianza personal dada de Dios y por lo que yo tengo que dar cuenta.
Pecar contra la sociedad verdaderamente no es un pecado menor, pero para limitar mi estimación del pecado solo a lo que es publico y manifiesto es solo una añadida miseria de engaño. Esto es simplemente sabiduría para entender completamente y reconocer el horror del más oculto pecado secreto contra Dios y contra mí mismo. Desechar esto expuesto es un corazón obstinado que se esconde de Dios.
Como los hombres han abandonado a Dios: Él los ha dejado a ellos “en la inmundicia” (v.24) y “pasiones vergonzosas” (v.26) porque por el determinado rechazo del testimonio de Dios en la Creación, el hombre ha “cambiado la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos”. El hombre puede atreverse a pensar que él es simplemente neutral, meramente indiferente acerca de Dios, pero esta misma actitud es una acusación de falsedad contra Dios. Porque el Testimonio de Dios es verdadero, entonces la neutralidad es absolutamente imposible. La neutralidad es un deliberado (aun cuando pudiera estar en silencio) rechazo de la verdad de Dios. Tratándole en esto como con una mentira. Un hombre podría hablar de neutralidad con sumo orgullo y complacencia; Pero si él no rinde culto al Creador, entonces él, en alguna manera u otra, adora a la criatura, aunque esa criatura sea él mismo.
Alejados de Dios, ya sea hombre o mujer, por una corriente descendente les llevará a una completa desgracia y una rápida vergüenza. No obstante hay resultados presente, resultados gubernamentales: ellos pronto segarán lo que sembraron, “recibiendo en sí mismos la debida recompensa de su error”. Pero con endurecimiento, corazones amargados, ellos ocultaran también la voz del castigo, a pesar de su miedo y quejas contra esto.
La nueva traducción (de JND) traduce el verso 28, “Y conforme a como ellos no pensaron considerando en tener a Dios en sus conocimientos, Dios los entregó” etc. Por cierto ellos no darían ninguna aprobación a tener a Dios en sus conocimientos – tanto una materia de la mente como del corazón, ambos están corrompidos. Por consiguiente “Dios los entrego a una mente reprobada”, una mente que rechaza lo bueno y esta por esto es rechazada por lo bueno – abandonado a la inutilidad y a la testarudez que carece de discernimiento.
Allí sigue una lista de males con que los hombres se han llenado, tan bien le haría al corazón retroceder con horror. Más habiendo negado a Dios el derecho de posesión, entonces el mal ha tomado posesión de él. Él no es neutral en el autocontrol del hombre y debe resignar su ostentación de ser, más bien humillado a esclavo del pecado. Permítanos notar en esta lista que esto golpea particularmente a los pensamientos y pasiones del corazón. Ciertamente el mal expone esto mismo en el momento, mas Dios aquí descubre y expone en el interior del hombre, siendo – eso con que él es “pleno” – los pensamientos y lujurias de nuestra mente y corazón. ¿Quién de nosotros puede escapar de la conclusión, que nosotros hemos sido descubiertos?
El juicio justo de Dios contra tales cosas y el hecho que aquellos quienes hacen esto son dignos de muerte, esto no es un asunto de ignorancia por parte de ellos: ellos saben esto. El testimonio de la inteligencia y la conciencia los deja sin ningún escape. Pero esto no hace ninguna diferencia para aquellos que transitan por el mal. Ellos saben que segarán lo que siembran, todavía van sobre la siembra de las abominaciones a la cuales se han rendido completamente. No solo esto, sino el disfrute del mal de otros, encontrando placer en la misma contemplación del pecado e incitándolo por la simpatía del compañerismo con aquellos que se inclinaron sobre esto. ¡Cuánto atrevimiento, cuánta arrogancia, cuánta perversión, cuán esclava está la criatura que una vez fue “hecho a la imagen de Dios”!
Romanos 2
El Caso del Griego Culto
Más allí está la clase de Gentiles quienes son bastante perspicaces viendo estos males en otros e inmediatamente juzgándoles por estos, sin considerar que el mismo juicio descansa sobre sus propias cabezas. ¿Es así para con mi lector?, ¿Tienes tu una medida severa para denunciar los males de otros y no así para ti mismo?, ¿Te has defendido con circunstancias atenuantes para ti mismo?, ¿O te has persuadido que tus refinados y respetables métodos de auto-indulgencia, tu cultivada habilidad de cubrir tu culpa con una fina apariencia, tendrá el real efecto de anular o disminuir esa culpa ante los ojos de un santo y discernidor Dios?
Dios aquí se vuelve con una solemne acusación al Griego culto – los primeros 16 versos de Romanos 2 exponen la vanidad de una belleza exterior, la absoluta vanidad de confiar en el intelecto, declarando la seria resolución y realidad imparcial del juicio de Dios. El juicio que los hombres aplican a otros es su propia condenación; pero sin embargo diestramente este puede ocultar su culpa, por lo que Dios le dice categóricamente – “puesto que tú que juzgas practicas las mismas cosas” (V.M.) – mientras el mismo hecho de su habilidad de juzgar lleva un registro en una conciencia que habla, pero que él decide dar excusas respecto a su propio pecado.
“Y sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas, es según verdad”. ¡Solemne e integra declaración admirable!, ¡Que tontería intentar engañarse!, Hacer tanto esto, es como odiar mi propia alma y precipitar esa alma a la ruina eterna. Pero Dios no es engañado. Él no juzga según mis pensamientos y sentimientos, mis excusas y mi justicia: Él juzga “según la verdad”. ¡Que tontería irrazonable al ignorar la verdad! ¿Puede un hombre pensar – un hombre que es adepto a acusar a otros y excusarse a si mismo -- que él escapará del juicio de Dios? ¡Consideraciones solemnes y saludables para las almas de los hombres!
Pero ante una mejor e indefinida esperanza de escape, está otra actitud – una profunda incriminación de alguno – que el hombre se atreve a asumir; y esto nuevamente es puesto a él en forma de una escrutadora pregunta, “¿o desprecias la riqueza de su benignidad, y paciencia, y longanimidad, ignorando que la benignidad de Dios te conduce a arrepentimiento?”(VM). En el verso 3 sus pensamientos favorables y su propia inmunidad del juicio de Dios: en el verso 4 sus pensamientos desprecian la benignidad de Dios. ¡Cuán despreciable el orgullo del hombre!.
Más nosotros bien podríamos hacer un alto para considerar la virtud, la belleza, la maravilla de lo que el hombre desprecia – esto es, “las riquezas de Dios, su benignidad, su paciencia, y longanimidad”. Aquí está el secreto de la concesión en la marcha espantosa del mal a través del mundo hoy, la presente concesión del hombre soberbio será sustentado este mal. El mas profundo tema al indagar el corazón es considerando la enormidad y la persistencia del crecimiento de los hombres en el mal. Sin embargo el más profundo tema es la extremada paciencia maravillosa de Dios vista. Pero el hombre, consumadamente corrupto, tomará cada posible ventaja de la paciencia de Dios, al mismo tiempo que abusa en gran manera de esto, su mayor desprecio es para esta misma paciencia.
Todo esto es bien conocido, si los hombres tan solo pesaran esto bien. Un punto sin embargo que ellos no saben, ni consideran es que “la benignidad de Dios guía al arrepentimiento”. No se trata aquí de la justicia o la ira de Dios, sino la benignidad de Dios. ¡Cuán inexplicablemente bendito, cuando conjuntamente sobre las controversias y las cavilaciones de los hombres, Él es merecedor del mas profundo y más sincero respeto, y admiración! Pero el arrepentimiento está lejos del corazón natural: temor del castigo puede haber verdaderamente, pero el quebrantamiento y la constricción por el pecado es ajeno a la voluntad orgullosa del hombre. Ningún deseo puede guiarle a él hacia esto, sino la benignidad de Dios – benignidad que ha disipado y a vencido a muchos arrogantes, corazones obstinados, y han causado las lagrimas que manaron abundantemente de muchos pecadores endurecidos. En esto, verdaderamente más allá de una dolorosa expresión es la extravagancia e iniquidad que les hace despreciar “las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad”.
Escogiendo seguir su propia dureza e impenitencia del corazón en lugar de la confianza a la benignidad de Dios, el hombre deliberadamente esta acumulando un tesoro de ira contra sí mismo. Viviendo única y completamente para este presente mundo, de seguro está también multiplicando las consecuencias eternas. Podría él ser más condescendiente con el hecho que en este mundo él no ha cosechado nada de lo que obstinadamente ha sembrado; pero esto solo tendrá significado en la gran cosecha de la ira “el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. Dios no necesita ser apresurado en establecer sus cuentas, ya que uno no dejará de pagar. Él dará a cada uno de acuerdo a sus obras. Las obras manifiestan lo que es el hombre. La sujeción a un fiel Creador es desplegada por paciencia continua fluyendo en la buena obra – una actitud de deseo expectante por la gloria eterna, honor e incorruptibilidad. No es por supuesto un asunto de absoluta santidad o perfección aquí; más el corazón se muestra de manera distinta. ¿Toma el corazón un lugar en lo que es bueno?, ¿Continúa pacientemente siguiendo lo que es puro y verdadero?, ¿Llevo la impresión inequívoca de eternidad – en la consideración de las realidades eternas?, ¿Estás buscando la “gloria, honor e incorruptibilidad”?. Al final de semejante senda está la entrada a la vida eterna – el pleno gozo y la santidad de la presencia de Dios por la eternidad. (Puede ser comentado que Pablo mira aquí la vida eterna mas en su aspecto futuro, eso es, cuando se ha separado en su apropiada esfera de la misma presencia del pecado – el cielo mismo. Pero esto no niega, ni es inconsistente con la verdad que encontramos en los escritos de Juan, que “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). No es simplemente una cuestión de esperanza, sino de hecho: cada creyente es poseedor de la vida eterna en el presente, pero esa vida esta fuera de su propio hogar esencial, en medio de los elementos extranjeros, el carácter del mundo le es completamente contrario a esto. Más para que su despliegue sea completo debe esperar las circunstancias puras de la gloria Celestial.).
Pero por otro lado, ¿Está el corazón rebelde contra la verdad?, ¿Hay contención en lugar de sujeción?, ¿Se rinde usted a la injusticia en lugar de la verdad de Dios? Sin embargo está allí siempre concediendo de alguna manera: allí es preciso ser obediente ya sea a lo que es verdad o a lo que es injusto. La misma palabra “obediencia” le es odiosa al corazón endurecido, no obstante igual se ha rendido a obedecer la injusticia.
De este modo él toma su posición. Está muy bien, sin embargo Dios es “tardo para la ira y grande en misericordia”. Eventualmente tomará su propia posición en el futuro “en la indignación y la ira”. Que terrible es pensar en esto, como lo es la actitud que Él tomará entonces hacia el no arrepentido; mientras esas dos palabras describen Su actitud, esas dos palabras describen las consecuencias para cada alma de aquellos hombres que han escogido lo malo – “tribulación y angustia”. ¿Pero quién puede entender el terror horrible de ese juicio comprendidas en aquellas breves palabras? Como el evangelio es “a los judíos primeramente”, así también es el juicio a aquellos que rechazan el evangelio; pero es “al Gentil” ciertamente así de la misma forma.
Pero Dios no se deleita en el castigo de los incrédulos, aunque es una necesidad absoluta. Su deleite es indeciblemente profundo, en aquellos que se humillan a Él, como lo manifiestan verdaderamente los versículos del 7 al 10. Para la declaración de Su terrible juicio está al mismo tiempo precedido y seguido por la convicción, y separada bendición de aquellos quienes han escogido lo bueno – “pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego”. Incomparable contraste al destino eterno y la condición de aquellos quienes en este mundo no quisieron la más mínima oportunidad de perdón, más “¡no encontraron lugar para el arrepentimiento!”.
“Pero allí no está el respeto de las personas con Dios”. ¡Cuán digna es ciertamente esta verdad de nuestra consideración seria y profunda! ¿Quién influenciará a Dios en su defensa?, ¿Quién abogará por su personal prominencia, importancia, posición terrenal o superioridad, delante del único verdadero Dios? Sea lo que ellos fueren no es un asunto importante para Él: “porque no hay acepción de personas para con Dios”. Las personalidades pueden implicar bastante en el orgullo, una vana estimación del hombre; no ha permitido al hombre el pensar en pasar el escrutinio de Dios llevando semejante pretexto: permítase mejor ver bien sus credenciales, que ellos estén en orden -- en tal orden como para reunir las demandas de perfecta justicia y verdad. Pero ni siquiera los judíos que presumen de la ley, ni el Gentil que confía en su aprendizaje y cultura, es lo que aprovechará en aquel momento. “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados”. El pecado no puede escapar del juicio de Dios, no importa de donde sea, así sea en las circunstancias de grande austeridad y dignidad, o así sea la bajeza de las clases más ignorante de la humanidad. Ninguna excusa, ninguna excepción tendrá la menor sombra de consideración. Esta es justicia pura y perfecta; esta es virtuosa justicia, santo juicio – qué cosas se nos han dicho “Justicia y juicio son el asiento de tu trono” (Salmos 89:14 V.M.). De los versos 13 al 15 (del capitulo de Romanos), se notará la forma de un paréntesis, mientras en el verso 16 en pocas palabras nos dice el tiempo, el discernimiento, la medida y la ejecución del juicio de Dios. En el paréntesis se encuentran las protestas egoístas naturales en dos expresiones, el aprendizaje y la ignorancia. Aprendiendo; no se es justificado (v. 13); y la falta de educación no es excusa (v. 14 & 15). Pero en el ultimo caso el de los Gentiles (“que no tienen ley” – siempre una demarcación distinta bosquejada en las Escrituras) se manifiesta en su misma naturaleza un reconocimiento de lo justo y lo injusto, tal como la ley lo declara. No por esto significa que ellos están en lo correcto en cada detalle: aquello no es el punto. Mas ellos naturalmente conciben alguna norma de regulaciones morales, como que “éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos”.
“Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones”. No es ciertamente la propia ley escrita en sus corazones, sino la obra de la ley. Hay verdaderamente una pequeña dificultad examinando la obra de la ley – su gran propósito – es traer el pecado a la memoria, para declarar culpable al corazón y conciencia de pecado. Ver Rom. 3:20. Incluso aquéllos sin ley tienen una conciencia que testifica su pecado, mientras su habilidad para juzgar a otros y sus esfuerzos para cubrir sus propios pecados por medio de excusas, no hace más que exponerlos totalmente. Es una verdadera exposición del razonamiento natural de los hombres como memoria del pecado, él puede estar en cualquier estado o circunstancias; sus pensamientos acusan o también excusan a algún otro. Por cierto ellos asumen un duro espíritu legalista a causa de los pecados de otros o también una brillante glosa para cubrirse con excusas. Pero la acusación no será expiación por el pecado, ni las excusas la alejarán. ¿No hay allí otra actitud hacia quién haya pecado? Ah sí, ciertamente solo uno de valores verdaderos y de motivos puros. ¿Oramos nosotros por algo como esto? - ¿Es nuestra oración la de un corazón tocado y compasivo hacia el que ha deshonrado a Dios así? Seguramente esto ha de dejar un espíritu ni siquiera acusando, ni exponiendo o indiferente en el pensamiento a los pecados de otros. Esto me llevara mas entera y honorablemente a juzgarme, y a buscar con profunda humildad que el otro pueda también juzgar su propio pecado. Pero Dios puede quitar el pecado, mientras todas mis acusaciones o excusas estén en la superficie, desventurada vanidad.
Todas esas cosas sin embargo se trajeron a la luz, “Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a la luz”. No-solo serán notoriamente manifiestos los pecados de los hombres, sino que serán traídos para dar cuenta “en el día”; mas “Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres”, quién es el mismo “la luz verdadera” – la luz por la que todas las cosas son manifestadas plenamente en su verdadero carácter. Nada puede escapar a su escrutinio, amplio y refulgente. Ni el juicio estará de acuerdo a las estimaciones de los hombres de lo bueno y lo malo, más como Pablo dijo “conforme a mi evangelio”. El evangelio de Pablo es esencialmente “del evangelio de la gloria de Cristo” (2Corintios 4:4) – el evangelio de aquel que una vez humillaron, despojaron y rechazaron, al Hijo del Hombre ahora exaltado a la diestra de Dios y le ha sido dado un Nombre que es sobre todo nombre, para que “se doble toda rodilla... y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. El hombre se atrevió a juzgar al humilde, a aquel sin pecados: entonces las mesas serán volteadas y por derecho perfecto Él se sentará en el tribunal del juicio.
¿Podría la acusación de los Gentiles ser algo mas completa o concluyente?, ¿Quién nuevamente ha de alzar su cabeza en arrogancia y orgullo, ante un registro tan devastador – un perfecto, puro, inalterable registro en el Libro de Dios? El resumen de la culpa, de ambos Judíos y Gentiles, se espera en Romanos 3, más Romanos 2:16 finalizando el trato especifico de los Gentiles.
EL CASO DEL JUDIO
En el verso 17 citamos al Judío al tribunal de Dios para oír la acusación especial contra él. Esto se notará más rápidamente en la Nueva traducción (JND), “He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío” – etc. Pero en los versículos anteriores donde no se habló de los judíos, fue por causa de los Gentiles quienes conforme a sus excusas ellos mismos establecieron que no tuvieron la misma oportunidad como fue con los judíos.
El apóstol inmediatamente se encuentra con la complacencia del Judío en el simple hecho de su posición exterior en la proximidad a Dios – descansando en la ley, haciendo su jactancia de Dios, conociendo la voluntad de Dios, aprobando las cosas que son más excelentes, en considerar la instrucción de la ley – ciertamente que él es un guía de los ciegos, una luz para aquellos que están en las sombras, un instructor de los necios, un maestro de bebes -- y todo esto porque él tiene la estructura del conocimiento y de la verdad en la ley.
Es excesivamente presuntuoso como el hombre puede estar volviéndose de sus ventajas y privilegios (Dados a él por la bondad de Dios) en las ocasiones de auto exaltación y de menosprecio a otros – como aquéllos “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros” (Lucas 18:9). Ciertamente es solemne que Dios haya sido obligado para hablar así al Judío, los únicos tan señaladamente bendecidos de Él en cada forma concebible, como recuerdo de las ventajas terrenales. Todavía, cerca de los dos mil años después, en la actualidad, aunque los judíos hayan sido expulsados de su tierra y se han esparcidos a los extremos de la tierra. Hay todavía en muchos de ellos la supuesta superioridad, a causa de haber recibido originalmente una revelación de Dios – ¡incluso algunos reclaman que al ser esparcidos a lo largo del mundo era para que ellos dispusieran la más completa enseñanza a los ciegos, a aquéllos en la oscuridad, a los necios y a los bebes! Esta señal marca el disgusto de Dios y la disciplina se vuelve a ellos en esta ocasión por alardear en el aumento de una superior luz y posición.
Pero cada uno, quien tiene la Palabra de Dios debe tener cuidado de esto. ¿Por qué si nosotros (Gentiles) tenemos la más amplia revelación y ventaja del Nuevo Testamento, no están los mismos males pervertidos volviéndonos mas brillantes, contra nosotros mismos?, ¿Quién es el que se jacta de una Biblia abierta, y aún calmadamente, ignora y desobedece sus verdaderos preceptos?, ¿Nos atrevemos a adularnos en que el pecado de la cristiandad es menos atroz que el de Israel bajo la ley? Ciertamente no; por el abuso de las doctrinas y privilegios, de aquella gracia manifestada de Dios, el mayor mal es la desobediencia de la ley de Dios. Pero nuestra consideración en Romanos 2 no es la perversión de la cristiandad, sino al hombre en la necesidad del Evangelio y simplemente la introducción de la Cristiandad. El judío había sido ya probado bajo la ley, y los versos 21 al 24 nos dan la ley justa expuesta para él.
Él no solo (como los Gentiles) tenía una conciencia que condenó el mal en otros, sino que tenían la Palabra de Dios, él enseñó a otros con relación a lo bueno y lo malo, pero él no guardó aquello en lo que se glorió enseñando. Esta es simplemente la mayor culpa manifestada de todos. Porque la enseñanza de la verdad es más que conocerla; como esa responsabilidad de la enseñanza es solemne y única ciertamente. Con buena razón Santiago nos dice – “No os hagáis muchos de vosotros maestros, hermanos míos, sabiendo que así recibiremos más riguroso juicio” (Santiago 3:1 V.M.).
Pero a pesar de sus enseñanzas habilidosas, el Judío está aquí acusado delante de Dios, de 1.- malas obras (vers. 21); 2.- mal andar (o asociaciones); y 3.- culto malo (vers. 22) – involucrando a todos a quienes él da la enseñanza mas ejemplar. En esto, sin embargo, el más serio proceder es haber causado decididamente lo anterior; es decir, que de todos los pueblos, fue el judío quién trajo el deshonor más directo sobre el Nombre de Dios. Por sus pretensiones altas solo acumularon nada más ni nada menos que la hipocresía, fue la ocasión de lo ridículo y menosprecio de los Gentiles hacia Dios, al que cada persona profesó adorar. Los Gentiles tomaron su impresión del Dios de Israel por la conducta de Israel.
En la circuncisión del judío (el signo de su identificación con el sistema del Judaísmo) fue una ventaja distinta, pero su ganancia estaba completamente perdida si él rompía la ley, porque la ley era la base misma del Judaísmo; el hombre que alardea en eso que en práctica él deja a un lado, es la forma más despreciable de vanidad. Pero la desobediencia de la ley era una aparente negación de la circuncisión, porque circuncisión (cortadura exterior de la carne) era una señal distintiva de la misma-renunciación por causa de sujeción a la ley. No obstante, la circuncisión había traído al judío a un lugar de real privilegio, porque envolvió la declaración del Nombre de Dios – aunque, por supuesto, una infidelidad a semejante declaración requirió una medida severa de juicio. Aún, incluso si un hombre incircunciso guardara los requerimientos de la ley, ¿Le rechazaría Dios simplemente por la incircuncisión?- ciertamente ¿No consideraría Dios mejor su incircuncisión por circuncisión?
Note aquí que este argumento es uno que estrictamente concierne al Judaísmo. Pero nosotros podemos fácilmente transferir el principio hoy a la Cristiandad, donde en el bautismo, signo exterior o símbolo de Cristiandad a veces se alardea y se confía en esto, mientras que el alma está lejos de Dios. ¿No será contada la fe piadosa de un no bautizado por bautismo y el bautismo del pervertido será contado como ausencia de bautismo? No estamos empequeñeciendo el bautismo, algo más que la circuncisión es empequeñecida en los versos 25 – 26 en relación con el Judaísmo; más es sabido que el bautismo no es sustituto para y no suple a la realidad de la fe. Por consiguiente el hombre incircunciso, si él guarda la ley, es el mismo juez del judío que teniendo la letra y la circuncisión, es un transgresor de la ley. Más los clamores exteriores y las pretensiones de un hombre no hacen al hombre. El Judío cuyos motivos internos no están sujetos a Dios no puede tener un lugar en el “Israel de Dios”, no importa cuan rígido y meticuloso sea su observancia formal de los ritos del Judaísmo.
El judío en los ojos de Dios es aquel cuya fe interior y esperanza están en Dios, y la verdadera circuncisión es la del corazón, en el espíritu, no en la letra. La letra aquí no habla de las palabras actuales de la ley – porque esto está verdaderamente inspirado por Dios – sino a la exacta adhesión exterior de un hombre a las formas de la ley. Y semejante cosa sin un corazón purificado – incluso en el Judaísmo donde el ceremonialismo estaba en orden – es nada más que desolación estéril. ¡Cuánto mas como en esta Cristiandad, que no deja ningún espacio por el elaborado ritual del Judaísmo! Pero Cristo mismo es dado como el total Objeto absorbente del corazón y los ojos – la plenitud que quita las sombras del Antiguo Testamento – el Hijo del Dios Viviente por quién todo el formalismo religioso y maquinaría están expuestos en su fría y cruel altanería. “Cuya alabanza no es de parte de los hombres sino de Dios”. El verdadero Judío no es ese que vive y actúa para los ojos de los hombres, sino para los ojos de Dios – quién no vive “en la presencia de sus hermanos”, sino en la presencia de Dios. El linaje Judío requiere aquel carácter correcto. Si esto falta, una demanda basada en la comunión Judía es sin valor.
Romanos 3¿Qué ventaja tiene el Judío?
Puesto que Dios requiere la sujeción del corazón del Judío y al mismo tiempo iguales honores en la sujeción del corazón de los Gentiles, surge la pregunta “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión?”.
¿Qué valor tiene allí la misma institución el sistema del Judaísmo, el cual ha sido instituido por Dios mismo? Esto es contestado con simplicidad, “Mucho de todas maneras; y primeramente porque les fueron a ellos confiados los oráculos de Dios” (V.M.).
No hay ningún argumento aquí que de manera evidente asegure la aceptación personal de ellos por Dios, pero esto no es así. Más los puso Dios en la especial posición de ser la única nación a quién la voluntad de Dios fue hecha conocer – para quién Su consejo y cuyos caminos fueron hechos manifiestos en tiempos anteriores. De este modo Él los recuerda en Amós 3:2 “A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra”, y en Deuteronomio 4:7,8. “Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?
Así el judío tenía la ventaja de las circunstancias, el ambiente y el entrenamiento. Sí él ignoraba todo esto, por supuesto, el sólo tenía que culparse a sí mismo por robar la esperanza de su propia alma. Pero indudablemente algunos no creyeron. ¿Pero que de esto?, ¿Debido a su incredulidad se cerrara absolutamente la puerta de la fe?, ¿Pueden ellos anular la verdad por su negativa de esta?, ¿Cesará de operar la fe que proviene de Dios porque algunos la desprecian o se le oponen? “De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso”. El que los hombres reciban o rechacen la verdad no tiene relación sea lo que fuere sobre la propia verdad: esta permanece en su solemnidad, en su grandeza solitaria, inalterable, invencible, irrevocable; mientras la más violenta oposición del hombre es simplemente su propia destrucción contra una roca inamovible. Dios es veraz y no le importa que ese hombre se oponga a Su verdad – ese hombre es falso.
El Salmo 51:4 Necesariamente es citado para confirmar esa verdad y así cada otra consideración debe darnos la vía a las palabras y juicios de Dios. Él ha de ser acreditado sin la calificación en lo que dice: Él es absolutamente superior cuando está en juicio. Este es el principio elemental de la justicia. Frente al pecado mismo será la ocasión del completo despliegue de Su poder sobre este. Él producirá en la ira del hombre a alabarle a Él y restringirá el resto de la ira.
Pero otra pregunta se eleva en la mente de los hombres – que es, ¿Sí nuestra injusticia ha resultado en semejante manifestación de la gloria de la justicia de Dios, porqué entonces debemos nosotros ser castigados? ¿No sería Él injusto vertiendo un encendido castigo sobre la humanidad – y a los Judíos en particular? Pero esto es simplemente una pregunta del hombre y la respuesta es decisiva – “No por cierto; pues entonces ¿cómo habrá de juzgar Dios al mundo?” y el Judío ciertamente aprobaría de este juicio al mundo Gentil. Pero el caso de los Judíos fue moralmente el mismo – de hecho peor, sí sus privilegios son considerados. Es más, la misma ejecución del juicio es una parte del despliegue de la Gloria y la justicia de Dios; y no puede ser eximido.
Sí la verdad de Dios ha sido desplegada maravillosamente a causa de mi falsedad ¿Por qué entonces debo ser juzgado como un pecador?, ¿No tiene el mal que yo he hecho un resultado después de todo bueno? Sí y más allá, el corazón del obstinado hará defensa “¿porque no decir... Hagamos el mal para que venga el bien?”. Algunos habían acusado a Pablo de enseñar estas mismas cosas; Pero él es muy categórico en su denuncia de aquellos quienes se atreven a adoptar tales principios. Su condenación es justa. De ellos es simplemente la licencia de rebelión. Terrible el estado del alma que afirma tales cosas; es peligroso para los que lo asumen. El pecado en cualquier grado, en cualquier circunstancia, no puede tener ninguna apariencia de excusa o sombra de justificación. Esto es abominable, odioso y detestable a Dios. Sí verdaderamente Dios triunfa sobre esto como Él hace, al manifestar su poder y traer por delante una gran bendición para el hombre, jamás antes, pero esto no es garantía para pecar; Porque ni la gloria de Dios ni la bendición del hombre están aseguradas en la consideración del pecado, pero si están consideradas en la absoluta condenación del pecado. Podemos atrevernos a defender el pecado y tomaremos nuestra parte con esto bajo la condenación de Dios, quién es más grande que el pecado y más grande que nosotros.
TODOS TERMINARON CULPABLES
Los versos del 9 al 18 nos dan el resumen de la culpa de toda la humanidad, judíos y Gentiles: Los privilegios favorables de los judíos no lo hicieron a él mejor que los Gentiles: la prueba fue concluyente – judíos y Gentiles estaban todos bajo el pecado. Ni siquiera esto era simplemente la conclusión del argumento de los apóstoles. Las Escrituras estaban de antes hablando en tales términos y la sumatoria de la culpa de los hombres es dada en directas citas en los Salmos de David y en Isaías 59.
“No hay justo, ni aun uno” – una condenación aplastante al ser moral de los hombres. “No hay quien entienda”; la misma inteligencia de todos está corrompida por el pecado. “No hay quien busque a Dios”: ni siquiera un objetivo correcto que esté delante de ellos, por tanto no hay conocimiento concerniente a Dios. “Todos se desviaron”, tomando un curso contrario e independiente. “A una se hicieron inútiles”, una unidad degradada en ellos mismos por vanas e infructuosas ocupaciones. “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”, - sin hechos de manifiesta bondad.
Pero allí hay algo que viene desde el corazón de los hombres – pasando primero por la garganta, donde es expresada la corrupción de muerte – como sepulcros abiertos, indignante a los ojos de la vida. Entonces la lengua contaminada se vuelve en herramienta de engaño y los labios, que podrían haber impedido a ambas la garganta y la lengua, más solo aumentaron la calamidad del mal, agregándole el veneno tóxico de áspides. ¡No tan sorprendidos entonces que “Su boca está llena de maldición y de amargura”!. Las almas pueden medianamente comprender el mal terrible de los “discursos duros que los pecadores impíos han hablado contra” Dios; pero “Por cada palabra ociosa que los hombres hablaren, ellos darán cuenta en el día del juicio”. Aquí entonces está eso que sale de la boca desde el corazón, eso que es primeramente condenado. El verso 14 resume las palabras de los hombres; el verso 15 su andar; el verso 16 sus caminos. Esto es la absoluta condenación de los hombres; mientras para darle mayor fuerza a esto, los versos 17 y 18 hablan desde un punto de vista negativo, mostrando que en este cuadro no hay ningún rasgo de redención. Ellos no han conocido el camino de paz: no hay temor de Dios delante de sus ojos. Este último punto es realmente el centro y donde se origina todo el mal; al menos que nosotros podamos comprender esto, todo el pecado es el resultado de una actitud negativa hacia Dios.
Ahora, con la culpa del hombre totalmente expuesta él permanece ante el juicio en el tribunal de Dios, la próxima pregunta que surge es, ¿Qué tiene la ley para decir? Esto es breve pero completamente- respondido en los versos 19 y 20: no se necesita más, porque la respuesta es evidente a un ejercicio de la conciencia e inteligencia. Pero el principio es primeramente señalado que la ley se dirige a “los que están bajo la ley”. Romanos 2:14 prueba que estos no están en los Gentiles; mientras en Deuteronomio 5; en cuyo capitulo la ley es resumida, es muy evidente en su dirección – “Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos” (verso 1).
Aún los Gentiles, mientras no requerían guardar esta ley, como Israel, pudieron fácilmente aprender alguna cosa de ella. Eso condenó a la humanidad lamentablemente: ninguno podría atreverse a abrir su boca enfrente de esto. Sí, los Judíos fueron condenados por esto así como sus bocas fueron cerradas delante del trono del juicio de Dios, ¿Podrían los Gentiles hallarse algo mejor sí ellos pretendieron sustentar su propia justicia? No ciertamente: sus bocas también fueron efectivamente cerradas. La ley lo hizo claro para todo el mundo, siendo culpables y bajo el juicio de Dios.
¡Bendito es, sin embargo humillados, en el primer momento en nuestra historia cuando nuestras bocas son cerradas! Solo entonces estamos preparados para escuchar totalmente a Dios – preparados para recibir la bendición. Por tanto el mismo objetivo de la ley era cerrar cada boca y también poner a todo el mundo bajo el juicio de Dios. ¿Puede entonces justificarse alguien? ¡Imposible!. “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él”. Su mismo carácter demanda lo opuesto. “Por medio de la ley es el conocimiento del pecado”. Expone al pecado: no puede cubrirlo. Condena al pecador: no puede justificarle.
La ley por consiguiente, obliga al hombre para el juicio: no da ninguna vía de escape. Por eso, sí la ley obliga la acción de Dios, todo esto está sobre el hombre. Pero gracias a Dios, Él es más grande que la ley – porque la ley simplemente está a Su servicio para realizar la plena exposición del pecado, en orden a que Él pudiera desplegar Su propia justicia aparte de la ley y de modo trascendental sobre ella – Su propia suficiencia plena y gloriosa, triunfa sobre el pecado a favor de aquellos que estuvieron en cautiverio de la ley acerca del pecado.
LA JUSTICIA DE DIOS REVELADA
“Pero ahora”: estas palabras son benditamente expresivas de un cambio maravilloso en los tratos de Dios con el hombre. Es un cambio que Dios mismo ha esperado con el más profundo deseo desde la fundación del mundo, porque este cambio trae la manifestación de su propio carácter. Aún, profundo como era indiscutiblemente el anhelo de su corazón para hacerse completamente conocido por el hombre, por cuatro mil años Él esperó en infinita sabiduría y paciencia por el hombre, porque su propio objetivo fue exhibir totalmente el cautiverio por el pecado, en debilidad y esta naturaleza en contraste con la de Dios – un enemigo de Dios por obras malas. Tal es el veredicto de los cuatro mil años del hombre de dificultades y pruebas.
“Pero ahora”. ¡Cómo llenan de consuelo estas palabras a uno que ha aprendido la realidad de su mal ante la vista de Dios! ¡Sí, aún más, cuanto descanso para el corazón de Dios que en la plenitud del tiempo había de venir aquel, que Él debía de enviar, a su Hijo Santo y Puro, para hacerse asimismo conocido al Hombre! Ahora Él puede desplegar Su carácter de perfección, de absoluta justicia totalmente aparte de la ley -- aparte de cada cosa que Él mismo formalmente ha instituido. ¡Gloria sin igual!, ¡Maravilloso poder!, ¡Sabiduría infinita! “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas”.
No solo ha manifestado Dios su justicia sin ser obstaculizada por la ley y teniendo aún una gloria lejos mayor que la ley: si no que la misma ley y los profetas del Antiguo Testamento, habían llevado el testimonio en su tiempo de semejante manifestación por venir. ¡Testimonio bendito a la soberanía y gloria de Dios! La misma ley testificó en la capacidad de Dios para salvar justamente al pecador sin que esta le ayudase – sin referencia de alguna especie a ella. Así la ley está en su lugar apropiado simplemente como un siervo de Dios – nada más.
El versículo 21 comienza por consiguiente de una manera distinta, una sección y un tema nuevo.
El versículo 22, muestra esta justicia de Dios (Que no pudo ser manifestada en o por la ley) perfectamente manifestada en Jesucristo. Pero esto es importante de enfatizar que el punto destacado aquí es que la justicia de Dios es manifestada a favor del hombre – verdaderamente “hacia todos” – esto es, a favor de todos los hombres. Dios no excluye a ninguno de esta maravillosa bendición. Más aún esto solo puede tener efecto “para todos los que creen”, por supuesto. Esto está disponible a todos, pero la mano con fe solo puede recibirla. Esta justicia de Dios es manifestada solo en Cristo: por con siguiente la sola fe en Cristo puede asegurar esto para mi propia alma. Esta es una justicia impartida imparcialmente por causa de todos los hombres, pero opera solo “por la fe en Jesucristo”.
Esto era absolutamente necesario si algún hombre era recibido en tal bendición, pues todos estaban en la misma condición delante de Dios – “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. A pesar de la realidad y la profunda gracia de Dios, y su anhelo en el deseo de perdonar – el perdón es imposible fuera de la justicia. Dios hace lo que es justo: es su carácter esencial. Él no puede ignorar el pecado. Su justicia demanda satisfacción concerniente al pecado y no puede ser tratado con impunidad. “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” Fueron las palabras de Abraham – es más una aseveración que una pregunta. Y el Salmista declara, “Justicia y juicio son el cimiento de tu trono” (Salmo 89:14 -- en Ingles V. JND).
Pero la gloria de la justicia de Dios es esto – que mientras condena absolutamente el pecado, es poderoso para justificar al pecador. Hay verdaderamente amor detrás de esto – infinito, indecible, insondable amor – porque hizo lo necesario dando a su propio Hijo a los terribles sufrimientos de la cruz del Calvario, donde el mismo soportó completamente, el agobiante castigo y juicio por los pecados – “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. El peso total del justo juicio de Dios contra el pecado, cayó sobre Él en aquellas horas terribles, en el que su alma fue movida a la profundidad interior, expresando en palabras con sentimientos de un corazón rasgado – “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.
Pero solo así pudo ser mostrado el amor de Dios hacia nosotros en perfecta justicia. Solo la cruz puede desplegar totalmente las profundidades del amor de Dios y la perfecta pureza de su justicia. En el mismo trono de Dios, la gracia toma el lugar de la ley, -- trayendo justificación en lugar de condenación. Simple, conciso, verdadero, todavía maravilloso mas allá de los pensamientos son las palabras del verso 24, -- “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. El alma de los que creen en Jesucristo es total y libremente absuelta de cada cargo de la culpa, por la gracia de Dios, en virtud de la redención que es en Cristo Jesús. Y el beneficio es uno perfectamente justo, porque la culpa ha sido pagada totalmente y expiada, pero en la cruz. ¡Bendito descanso para un alma una vez humillada con un sentimiento de vergüenza y angustiada en la consideración del pecado, ve semejante refugio en Dios! No hay nada como confiar completamente en la gracia de Dios y en la obra de su Hijo en aquella cruz.
Ahora Dios ha puesto a Cristo en primer plano, para la consideración de los hombres. Lo puso a la vista como propiciación, un lugar de misericordia al que todos los hombres pueden venir si ellos lo desean, para encontrar perfecta justificación por medio de la fe en su sangre”. A través de Cristo Dios únicamente ha de otorgar la misericordia, -- y Él no está oculto como para ser accesible únicamente por alguna clase selecta. Él es la propiciación “por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Y cada alma que viene a Dios a través de Cristo, recibe el perdón de los pecados, justificación, un completo pago de la culpa y de juicio.
Pero el Señor Jesucristo, así ha sido puesto a la vista delante de los hombres, está Él en quien Dios declara su justicia – una justicia respecto a pasar por alto los pecados cometidos también delante de la cruz (como es la fuerte expresión de la última parte del versículo 25), conque Dios ejerció su extensa paciencia. “Los pecado pasados”, -- o aquellos que fueron cometidos anteriormente – hacen referencia indudablemente, a los textos del Antiguo Testamento en los versos 10 al 18. Porque esos pecados fueron descubiertos mucho tiempo antes de la cruz, pero Dios podía abstenerse del juicio en vista de la cruz de Cristo, que ya era un asunto determinado en Sus propósitos – que de hecho las palabras de Abraham simplemente lo muestran – Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío”.
De esta manera que esta virtud de “la redención que es en Cristo Jesús”, alcanza a ambas partes, primero hacia el principio de la historia del hombre caído y hacia delante al final de esta historia – una redención que cubre eficazmente “al que es de la fe”.
Pacientemente Dios esperó hasta “el cumplimiento del tiempo” en el que podría enviar a Su Hijo y “en este tiempo” “manifestar” “su justicia”. Su justicia era, por supuesto, siempre un asunto establecido – siempre la misma – pero esperó la cruz de Cristo para su declaración al hombre. Ciertamente el asunto, de un corazón reflexivo solo puede maravillarse en la contemplación de tal paciencia, tal sabiduría, tal gracia, tal justicia, tal poder, tal inexplicable amor. ¡Bendecidos más allá de la expresión son el carácter y los caminos de nuestro Dios!
Así que Dios es manifiestamente declarado como un perfecto Dios justo, y al mismo tiempo “el que justifica al que es de la fe de Jesús”. La ley podía acusar pero solo Dios puede justificar “Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?” (Romanos 8:33,34). ¡Cuanta quietud, calma y un santo lugar de descanso para el alma que cree en Jesús!
No hay lugar para la jactancia orgullosa del hombre. “Queda excluida”. ¡Alivio bendito cuando esto es así!, ¿Puede confiar el hombre en sus propias obras y no sentir jactancia? Verdaderamente no; es lo opuesto. La confianza en las obras es simplemente, confianza en si mismo, seguridad en si mismo, fe en si mismo, auto exaltación. Aquí, cuando se habla de una “ley” es de “la ley de la fe” – una ley que requiere fe, no una ley que requiere obras. “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”. Hermosa conclusión de todo el asunto: ¡Maravilloso y sublime, es dar la gloria completa y únicamente, al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo! Es más, cuán diferente es esta conclusión a esa del libro de Eclesiastés, cuando leemos en el capitulo 12:13, “Oigamos pues la conclusión de todo el asunto: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es la suma del deber humano” (V.M.). ¿Hay contradicciones en las dos conclusiones? Para nada. Para Eclesiastés los tratos son con el “deber humano”, (mientras él vive “debajo del sol”), y el juicio de Dios (en el ultimo versículo); mientras los Romanos nos presentan el mas completo fracaso y culpa del hombre, y la justificación de Dios. Toda la diferencia consiste en esto – que la cruz de Cristo aparece entre estos dos libros.
Pero la conclusión podría sobresaltar a algún judío. Porque si un hombre es justificado por la fe sin los hechos de la ley, esto favorecería a los Gentiles así como ha Judíos. Este mismo hecho ha sido una gran piedra de tropiezo para los judíos, desde que la Cristiandad ha estado predicando. Pero “¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles?”. ¿Él quien ha creado a todos los hombres negará a alguno de ellos la posibilidad de ser justificado de sus pecados, mientras al mismo tiempo otorga esta bendición a otros? ¡Imposible!. “Esto no es respecto de las personas con Dios”: porque “todos han pecado”, el Evangelio es “hacia todos”. Si estos no lo reciben, eso es otro asunto; ellos morirán en sus pecados: más Dios ofrece esto a todos, sin parcialidad.
Porque Él es “Dios es uno” – Su carácter es invariable tratando con cualquier persona. Aquellos que están bajo la ley Él puede justificarlos solo “por fe” – es decir, el principio de la fe es opuesto al principio de la ley. Aquellos sin ley – “la incircuncisión” – Él los justifica totalmente “por medio de la fe” – esto es simplemente si ellos tienen fe en Su Hijo.
¿Objetará el Judío que esto es anular la ley?, ¿Reclamará él que Pablo da importancia a la fe y por tanto “invalida la ley”? Este mismo es un pensamiento indigno. La fe establece la ley: es puesta la ley en un lugar adecuado; da a la ley su verdadera fuerza; la considera en su absoluto rigor, justicia e inflexibilidad; reconoce totalmente la “suministración de muerte”, -- la “suministración de condenación” – que esta condena y no justificará al pecador. Por consiguiente la fe no puede imputarle “la suministración de vida”, “la suministración de justicia”, porque estas suministraciones no son por la ley de Dios, sino por la gracia de Dios (2 Cor. 3).
Romanos 4Abraham y David Justificados por fe
Ahora hay paciencia profunda y gracia mostrada por parte de Dios a través de Pablo, quien es Su instrumento escribiendo esta epístola: porque esta es una bendición para ver que Él no simplemente da una declaración perentoria (o dogmática) de la verdad. Hay un mejor razonamiento perfectamente ordenado de una base de conocimiento que no puede sino apelar a una sabiduría espiritual. Objetando cada argumento, sea de judíos o Gentiles, los cuales son reunidos totalmente.
En Romanos 4 aparecen entonces dos casos de pruebas para confirmar la conclusión de Romanos 3:28. El primero de estos es Abraham – una consideración muy importante para los Judíos en particular, por ser el padre de Israel (para ellos humanamente este es su principal motivo de jactancia), Abraham era el depositario original de todas las promesas de Dios para bendición, especialmente para la nación de Israel, pero ciertamente también para los Gentiles. Ningún Israelita se atrevería a contradecir esta verdad, aunque indudablemente ellos prestaron una atención mas bien mínima a las distintas promesas de bendición a los Gentiles – “todas las naciones de la tierra”.
Pero el asunto de Abraham es en primer lugar su personal justificación. ¿Puede ser dicho que Abraham fue justificado delante de Dios? – y ¿Fue esto mientras él estaba todavía en la carne? Y en tal caso ¿Cómo fue justificado él?, ¿Lo justificaron sus obras? Y sí así hubiere sido, él tenia ocasión para alardear “pero no ante Dios”. Sus obras son indudablemente un testimonio que le justifica delante de los hombres, pero “a la vista de Dios” es un asunto diferente. Los ojos de Dios penetran más profundamente. Santiago 2:18,21 nos recuerda a Abraham siendo justificado por las obras cuando él ofreció a Isaac; pero Santiago trata con la justificación delante de los hombres, no delante de Dios. Sus obras son “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18).
¿Pero que dice la escritura? “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Ahora esto es mencionado en la historia de Abraham muchos años antes de que él “ofreciera a” Isaac. En primer lugar lo encontramos en Génesis 15:6 y el último en Génesis 22. Que completamente distinta es entonces la justificación ante Dios, de la justificación ante los hombres.
Esta bendición contempla esta simple y sublime declaración muy temprano en la historia de los hombres “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Este es el completo carácter de la justificación. Porque de forma natural los hombres absolutamente no tienen justicia. Pero Dios suministra la justicia que Él exige. Los hombres cuentan con una gran deuda de injusticia. Pero “mediante la redención que es en Cristo Jesús”, Dios imputa a la cuenta de “aquel que cree en Jesús” una justicia que es completa y para siempre quita toda deuda, toda injusticia; y deja un estado en el cual Dios mismo puede tomar un verdadero deleite.
Ninguno que obra por un premio considera al final que se le ha otorgado por medio de gracia: él lo ha ganado y estaría muy resentido sí alguien sugiriera que esto era “un regalo de gracia”: su obrar le hace una deuda a su patrón. ¿Es Dios patrón de los hombres en estos negocios básicos? Los hombres pueden suponer mucho, pero la obra de estos es nada para Él. No les ha dado ningún contrato. Ellos están como hombres trabajando, sin la instrucción de autoridad, para construir un ferrocarril donde ningún tren alguna vez viajará.
“Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. Dios no es deudor de ningún hombre: Él es un dador, y cualquier bendición de Dios para el hombre nunca puede estar sobre el fundamento de las obras de los hombres, sino solo sobre el fundamento de Su propia gracia. El juicio es de acuerdo a las obras; más la salvación, gracias a Dios, es de acuerdo a la gracia. Y este verso 5 es maravillosamente simple y decisivo para los ojos que han sido abiertos por el Espíritu de Dios. “Obrando” es ponerse en contra de “creyendo en aquel que justifica al impío”. ¿Debo yo obrar por la justificación o debo recibir esto gratuitamente por la gracia de Dios a través de la fe en su Hijo? Esto es lo uno o lo otro. No hay términos medios: las dos opciones son totalmente distintas. Pero Dios no puede imputar justicia a mí haber en virtud de mis obras. ¿Porque? Por que ellas no son perfectas en justicia: Pero todas ellas también tienen el fuerte sabor de la injusticia. Más la virtud de la obra de Cristo es una cosa diferente: esta es perfecta, es impecable, pura; y sobre este fundamento Dios puede imputar gratuitamente la justicia a cuenta de “él que cree en Jesús”.
Ahora consideraremos brevemente, más o menos como un paréntesis, el testimonio de “David también”. Aquí es el primer rey escogido por Dios en Israel. Distinto de Abraham, él nació y vivió “bajo la ley”. Pero ¿Tenía él por consiguiente medios diferentes de justificación que Abraham? Esta es una pregunta vital, más una que David mismo respondería con maravillosa claridad y decisión. En Salmos 32:1,2 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad”. ¿Dónde está la ley en todo esto?, ¿Dónde están las obras de los hombres? Allí no hay lugar para ellas. El propio David reconoce tal bendición como absoluta y sola obra de Dios en gracia inconfundible.
David aquí habla de la bendición de alguien que ha desobedecido la ley – un pecador, un transgresor. Ahora en semejante caso la ley solo habló de maldición. La bendición fue verdaderamente prometida por la ley, pero solo sobre el terreno de la obediencia; mientras en la desobediencia le llamó una absoluta maldición.
David habla de cómo obtuvo el perdón: la ley lo podía acusar; no lo podía perdonar. David habla de los pecados que fueron cubiertos ahora: la ley expuso los pecados; no podía cubrirlos. David habla del Señor no imputando pecado; considerando que la ley es obligada a imputar de pecado: no podía hacer lo contrario. Pero Él que dio la ley es mayor que la ley y por el ejercicio de gracia puede invertir la imputación.
El lector del Salmo 32 verá rápidamente que David no corrió a la ley para su refugio en la ocasión de su grave pecado. Cuando en el Salmo 51 (escrito concerniente a la misma ocasión) es también leído, esto será de una gran sencillez. Él ni siquiera buscó alivio por medio de los sacrificios provistos bajo la ley (Salmos 51:16,17); porque él supo que en tales sacrificios no podía encontrar su caso: su pecado demandaba su inmediata muerte, si la ley fuera llevada a cabo. Pero su súplica simplemente es “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones” (Salmos 51:1). Además, en el Salmo 32 (v.5), él puede decir “Y tú perdonaste la maldad de mi pecado”. ¡Bendita respuesta, según la misericordia, ciertamente no según la ley!
Pero en el verso 9 se eleva la pregunta: ¿Es esta bienaventuranza obtenida solo por aquellos que son circuncidados – es decir, aquellos unidos exteriormente con el testimonio terrenal de Dios? La respuesta es evidente: Abraham recibió esta bendición – fue contado justo por la fe – antes de que él fuera circuncidado – de hecho por lo menos trece años antes.
La circuncisión era una señal, no obstante (y simplemente una señal) que él recibió un sello de identificación de la justicia de fe, que él ya poseía. Simplemente esto significó el corte -- en la carne – de este modo impresionando la lección que esta justicia no estaba mezclada con alguna actividad carnal o con algo que ameritara esto, que la circuncisión se puesta exteriormente como sello de muerte.
Abraham fue así el primer hombre “en quién la separación real a Dios fue establecida primero públicamente”. Entonces, él es “padre de todos aquellos que creen” – es decir, públicamente su padre – sea o no, hay la misma separación publica con ellos. Esta señal no es el todo en su identificación exterior con Abraham, para Abraham su propia señal exterior era el sello de la justicia previamente imputada – un sello que lo marca como “el padre de todos aquellos que creen; esa justicia que podría imputarse también a ellos”
Por tanto él es “el Padre de la circuncisión” y no-solo de aquellos que son circuncidados, sino de aquellos quienes andan en los pasos de esa fe de nuestro padre Abraham, la misma que él tenía siendo aún incircunciso – aquellos que tienen la misma fe, causa de que Abraham fuera circuncidado.
Pero la promesa a Abraham que él sería heredero del mundo no era por la ley, y por consiguiente no estaba condicionada su obediencia a la ley; Sino por la justicia de fe – es decir, como resultado de la justicia ya totalmente establecida, no requiere ser establecida por futuras obras. La promesa era por consiguiente intachable; no había posibilidad de su fracaso. Génesis 17: 1- 8 nos da una promesa en ningún término incierta, según es emitida y establecida absolutamente con respecto a Dios, necesitando solo tiempo para su cumplimiento. Sólo después de esto (en los versos 9-14) vemos a Dios dando la señal de la circuncisión a Abraham.
Así, sí el Judío pretendiera discutir, en lo cual solo aquellos que son de la ley tienen el titulo para la herencia, entonces la fe se haría una vana e inútil cosa y la promesa de Dios sería sin valor e ineficaz, como la palabra de un hombre inicuo. Qué tontería y completa infidelidad, que ceguera, incredulidad inflexible, que confianza vana en la carne y despreciando a Dios está ese hombre culpable, quien insiste que él puede ser justificado por las obras, o quien objeta la gracia siendo mostrada a aquellos que han salido de esa manera.
“Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco, hay transgresión”. Un pecador vedado bajo el castigo, por pecar, solo incurrirá en el castigo. De imponer la ley a un pecador es traerlo bajo la ira, porque él viene a ser un transgresor (no simplemente un pecador: eso era desde antes que la ley fuera dada – transgresión es desobediencia según es dada en la ley). El pecado ciertamente estaba antes en el mundo y por el pecado lo Gentiles así como los judíos están bajo el juicio de Dios; pero la ley puso al judío demostrativamente bajo la ira haciéndole un transgresor.
“Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia”. Ninguno de la verdadera descendencia de Abraham será excluido, como sería el caso si la promesa hubiese sido dada en el principio de la ley; sino que en el principio de la fe es el único establecido para que toda la descendencia pueda ser bendecida, mientras que al mismo tiempo estos principios encierran toda la gracia de Dios como la única fuente de bendición. Más solo así es la promesa segura para cualquiera de los dos, judíos o Gentiles creyentes, aún absolutamente segura.
Ante Dios, Abraham “es padre de todos nosotros” – de todos aquellos que son de la fe. Dios declaró esto ante Abraham habiendo ya obtenido a Isaac – a este a quién Dios llamó su “único hijo”, no considerando a Ismael, porque haber nacido de una esclava le hacia a él un esclavo. Más era el momento en que todas las circunstancias naturales eran totalmente opuestas al cumplimiento de la promesa. Abraham estaba por morir y Sara también, entonces era remoto el nacimiento de un niño según les preocupaba. Pero la fe de Abraham se elevo por sobre las circunstancias cuando Dios habló. De este mismo modo fue con Sara (Heb. 11:11), aunque en un primer momento ella dudó.
Más este es un bendito ejemplo de la paciencia de fe que creyó en un Dios de resurrección. En el nacimiento de Isaac, así como el ser atado en el altar como una ofrenda, vemos como Abraham reconoció incluso en la muerte que no existía ningún impedimento para el cumplimiento de la promesa de Dios. Simplemente él vio que es prerrogativa de Dios para llamar “las cosas que no son, como si fuesen”.
Contrariamente a toda esperanza natural, él “creyó en esperanza” – es decir, él confió totalmente en Dios si bien esto significó claramente una espera de fe, no sugiere que la palabra “esperanza” indique algún menor pensamiento de incertidumbre. La palabra hablada de Dios a él lo humilló a aceptar esto simplemente como tal: En la perspectiva de Dios él fue hecho entonces el padre de muchas naciones, de acuerdo a la Palabra hablada en Génesis 15 “Así será tu descendencia”.
Él no era débil en la fe: él simplemente aceptó la Palabra de Dios como verdadera e inquebrantable, considerándolo aparte del conjunto de las circunstancias – si era su propio cuerpo muerto o “la esterilidad de la matriz de Sara”. Él sabía que Dios no estaba dependiendo de las energías de la vida natural, ya sea en él mismo o en algún otro sobre quien él podría estar naturalmente inclinado a apoyar. La fe en el Dios viviente siempre involucra el repudio a la confianza de la carne.
Solo la incredulidad confina a Dios a las limitaciones de los hombres, esto habría sido la causa para que Abraham llegase a dudar: pero él “se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”. ¡Verdadera simplicidad bendita; bendita realidad! Aún esta es la única actitud apropiada para cualquier criatura, permítanos destacarlo bien. “Dando gloria a Dios” es la misma razón para nuestras existencias. Sí nosotros no practicamos “la obediencia de fe”, nosotros estamos robando a Dios de su gloria: ni tomamos nuestro propio lugar, ni le damos a Él el suyo. Podrían nuestras almas meditar en esto seriamente y bien.
¿Estamos nosotros “plenamente convencido” de la verdad de la Palabra de Dios?, ¿Estamos nosotros preparados para permanecer sobre ella, a cualquier costo o humillación personal?, ¿Nos interesa todo esto, aquello que Dios promete, en lo que es poderoso para realizar? El hablar de nuestra fe es una cosa: hablar y actuar en la fe es otra. Ser “plenamente convencido” de la verdad de Dios, es ser plenamente sometido a ella y con eso tener un carácter apacible, sin enojo, paciente sin quejas – ciertamente no indiferente, sino la paciencia de un ejercitado y disciplinado espíritu, que confía en el Dios viviente y desconfía de todo lo que es de la carne.
Abraham por consiguiente fue contado justo a causa de la fe en el Dios de resurrección. Pero lo escrito en la Palabra concerniente a este resultado no es solamente dicho por causa de Abraham. Esto es simple: hay un sentido lejos más comprensible que esto: la Palabra escrita es por la causa de las almas en cada época. “Sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”.
Hay por supuesto, una manifiesta diferencia entre la posición de Abraham y la nuestra. Abraham creyó la promesa de Dios, aunque aún no se había cumplido. Se nos pide que creamos en Dios considerando la obra cumplida de Cristo en muerte y resurrección. Abraham creyó en la promesa de resurrección: nosotros creemos en el hecho de la resurrección. Sin embargo no es simple creer en la resurrección como nos es requerido, ni creer en cualquier otra verdad. Pero es simple tener fe en el Dios viviente, quién es el que ha levantado a Cristo desde la muerte.
Pero nuestra justificación está ligada inseparablemente con su resurrección. Él se entregó a la muerte por nuestras ofensas. ¿Pero si Él hubiera permanecido en la tumba, donde hubiera estado nuestro consuelo y convicción?, ¿Cómo podríamos creer que Él nos ha justificado sí Él no estaba vivo? Pero Él fue “resucitado para nuestra justificación”. ¡Bendito es Dios por la inexplicable paz de este conocimiento! La fe no puede tener ninguna duda del total cumplimiento de la justicia cuando se contempla al que sufrió por los pecados, mas ahora levantado por la gloria del Padre – perfectamente aceptado por Dios quien lo había juzgado completamente por los pecados. Así su resurrección es prueba de que Él ha agotado enteramente el juicio: el pecado le puso para la muerte; la justicia le levantó de la muerte y le dio gloria. Esa misma justicia ahora justifica “al que cree en Jesús”. Él es un Salvador a quien la muerte no pudo retenerlo: Él está “vivo para siempre”. ¡Objeto bendecido para la fe! ¡Perfecta convicción invariable para el corazón renovado por gracia!
Romanos 5Bendiciones en Presencia de La Justificación
Ahora acerca de los recursos y la certidumbre de la presente justificación, cada pregunta ha sido respondida, cada duda ha sido quitada con simpleza e integra verdad. Así cada obstáculo fue disipado, el apóstol se vuelve a la gozosa obra de dar los efectos de esta justificación en su presente bendición múltiple. Esto es lo que él hace en los primeros once versículos de Romanos 5 (En el verso 12 introduce un nuevo tema, distribuyendo, no con la justificación de los pecados, sino con la pregunta del pecado en la carne como el enemigo y el estorbo, a quien ha sido justificado).
Podemos considerar estas bendiciones, en las cuales vemos solo dos casos donde el tiempo presente no es usado. Primero, en la ultima parte del verso 9 – “Por él seremos salvos de la ira”. Pero la primera parte del verso aclara que nuestra justificación ahora es tan completa, que en el futuro día de la ira, Dios no nos ha de hacer nada. Segundo, el final del verso 10 – “Seremos salvos por su vida”. Pero aquí otra vez, nuestra reconciliación presente nos es primero asignada y la salvación mencionada es la de una salvación diaria, de las malas influencias y de los efectos de las circunstancias de este mundo. Esto está cumplido ya por Su vida en resurrección y así nosotros estando en el mundo tenemos confianza en nuestro futuro.
En el verso 1, “Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Es bueno ver que esta paz no es una cosa primaria, sino la consecuencia de la justificación. Esta paz proviene de “Siendo justificado por fe” (V.M.)Esta palabra “siendo” se repite después dos veces en esta sección – interesante e instructivamente (v. 9,10 V.M.). Con todo, jamás debemos fallar en recordar que esta “paz con Dios” es únicamente “por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
“Entrada” también “en esta gracia, en la cual estamos firmes” (V.M.) (un lugar de libertad y confianza en la presencia de Dios) es solo por Él, a través del simple ejercicio de la fe. ¿Consideramos nosotros cuidadosamente esto? – esa comunión con la que Dios a tratado con nosotros (y trata con nosotros) en gracia, nos ha librado de toda la culpa, la cual es dada y mantenida solo a través del Señor Jesucristo. Por consiguiente, como es buena tal salvación, todo el gozo depende de nuestra actitud hacia Él. Entonces nosotros “nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. La gloria que engendra solo miedo en el corazón del hombre natural, se ha vuelto en nosotros en una perspectiva de anticipada alegría. ¡Bendito milagro de gracia! Naturalmente, nosotros “venimos al alcance de la gloria de Dios”, pero la gracia de Dios ha hecho segura nuestra total y sin obstáculo, participación en ella.
Esto completa el pasado, presente y futuro, como memoria de nuestra comunión hacia Dios – solo tres simples y benditas declaraciones. Pero hay más. Allí está también un infinito cambio con respecto a nuestra conexión con el mundo. “Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia (o tolerancia); y la paciencia, prueba (en Ingles dice experiencia); y la prueba, esperanza.”
Al mismo inicio, el cristiano considera establecido en su corazón esperar una senda de tribulación. La justificación no da seguridad de un camino terrenal fácil: absolutamente lo contrario. ¡Pero trae alegría celestial en medio del problema – hermoso testimonio de la gracia de Dios! El dolor y la prueba se vuelven a la misma esfera de la conquista del gozo eternal, el cual no será derrotado por estos simples obstáculos momentáneos. Esto no se trata de llevar nuestros problemas con (más o menos) sumisión, sino con regocijo en ellos, comprendiendo que ellos obraran firmemente hasta el fin para exceder a una bendición para nosotros y gloria para Dios. Tribulación (considerada apropiadamente) es la maestra de la paciencia: la paciencia pronto llevará frutos en abundancia y valiosa experiencia – valioso en consideración a toda nuestra relación de vida, sea tomando decisiones personales, ya sea en contactos con los salvados o con los no salvos, en los asuntos del hogar, en la asamblea, en nuestros trabajos. En todas estas cosas, ninguno negaría el valor del firme aprendizaje de la experiencia. Y la experiencia es el mismo sustento de la esperanza. Pero la verdadera experiencia enseña la vanidad y la frivolidad de todo este mundo. Este es el mismo lamento que nos registra el libro de Eclesiastés, escrita por un hombre de sabiduría declarando los hallazgos de su propia experiencia. Pero si esto es así, cuanto más plena será la experiencia (justa consideración, por supuesto), que atraerá al corazón hacia el cielo y vivificará el alma en la esperanza de gloria. La realidad de esto es que todo aquel que ha gustado esto, lo sabe bien. Otro punto, sin embargo es esto, que mientras la experiencia enseña la transitoriedad de la vida sobre la tierra, es también la prueba de la fidelidad permanente de Dios y tal realización no puede sino mover la esperanza del alma a estar eternamente en su presencia.
“Y la esperanza no avergüenza”. No hay un pensamiento de simple deseo o de anticipación dudosa en esta “esperanza”, por supuesto. Esta es una esperanza “segura y firme” (Heb. 6:19); Por otra parte esto no es ningún incentivo para estar sin la vergüenza. “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza” (2Cor.3:12). No hay razón para estar avergonzado o temerosos cuando nosotros sabemos la gloria que esta para ser revelada. Tal esperanza alimenta el valor.
Aún es más el hecho de la esperanza nos da el poder para un testimonio sin estar avergonzados. La esperanza es el objetivo, pero está también un poder subjetivo que ocupa nuestros corazones con tal esperanza. “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Sí el mundo nos hubiere preguntado el porque nosotros no estamos avergonzados al ser identificados con Cristo, nosotros debiésemos contestar correctamente que el día ya viene cuando toda rodilla se doblará ante Él y confesarán que Él es el Señor. No habría ninguna razón para hablar del Espíritu de Dios dentro de nosotros quién nos da el poder para no tener vergüenza. No obstante, esa es nuestra única fuente de fuerza para tal testimonio. Sin el poder del Espíritu de Dios nosotros seriamos débiles como el agua, debido al consenso preponderante de la opinión del mundo contra Cristo.
Pero el poder que Él da es amor – el amor de Dios. Ahora el amor no hace que nos ocupemos con el ego o con los sentimientos egoístas: cuando este opera en el alma, no estamos ansiosos de saber cómo las personas nos consideran: más bien pensamos en el bienestar de sus almas aparte de cómo ellos recibirán nuestra ministración. Esta es la prueba escrutadora de todos los que profesan ser amor; porque aquel es el amor de Dios.
La expresión “derramado en nuestros corazones” es encantadora. El ejercicio de Su amor no le disminuye y no hay la menor restricción en Su dádiva, más bien una abundancia suficiente hasta henchir e inundar el corazón.
Porque nosotros estábamos sin fuerzas cuando Cristo murió por nosotros. Su muerte es el único fundamento para darnos el Espíritu: La fuerza es solo el resultado de la redención realizada: Por esto es la fuerza de Dios ejercida en nuestro favor y por su Espíritu en nosotros. Este punto (el cuarto en nuestro capitulo) es impresionado sobre nosotros ocupando los cinco versos (5-9). Pero fuerza es imposible mientras el hombre es impío, un pecador y un enemigo de Dios: Ahí debe ser la redención, justificación y reconciliación. Mas estas cosas son enteramente la obra de Dios y en ellas se manifiesta la fuerza de Dios. Sí nosotros deseamos fuerza, permítanos ver la perfecta estabilidad y el poder de Dios en la obra de la cruz del Calvario, donde el poder del pecado y del mal fue gloriosamente derrotado. Por consiguiente en todos los sentidos la fuerza está conectada con Cristo, objetivamente sea con la cruz o la gloria en vista, mientras que con el Espíritu es subjetivamente.
“Al tiempo debido” (VM) es indudable el tiempo cuando Dios ha mostrado totalmente al hombre que es impío y sin fuerza.
“Cristo... murió por los impíos” La bendita manifestación de ambos, de la fuerza de Dios y del amor de Dios, que verdaderamente están así íntimamente relacionada. Pero este es un asunto sumamente precioso donde él apóstol no puede sino descansar sobre esto en los versos 7 y 8, en orden a una mayor claridad al fijar fuerte el amor de Dios en su único e incomparable carácter.
“Un hombre justo” es uno estrictamente asegurado en sus tratos con otros – ambos pagando y exigiendo toda esa justicia requerida. Es difícilmente imaginable que otro hombre este muriendo por su causa. “El hombre bueno” es uno que no está exigiendo, sino que es generoso hacia otros: Para él “pudiera ser que alguno osara morir”. Pero ¿Quién moriría por un malvado enemigo? O ¿Quién ofrecería un hijo para morir por su enemigo? Aún por estos mismos medios Dios encomienda su amor hacia nosotros (no solo nos manifiesta su amor, sino que lo encomienda con un corazón profundamente deseoso para nosotros le recibamos). Porque nosotros no éramos ni justos ni buenos, sino pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Expresión sin igual de amor! Sublime, ¡Prueba incuestionable de ello!
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. No solo, somos nosotros ahora justificados, sino que conociendo la santidad invariable del amor positivo de Dios que descansa sobre nosotros – amor que nos ha hecho su objeto de regocijo – no hay lugar para el miedo más ligero o aprensión acerca de la ira futura. Es firme la confianza y tranquilidad cuando nosotros vemos el futuro: “Por él seremos salvos de la ira”. Los dudosos pensamientos concernientes a esto sería un claro deshonor al poder y realidad del amor de Dios. Todavía otra vez nosotros hemos sido impresionados con las palabras “por medio de él”. – es decir, a través de Cristo. Ningún otro nombre más que este, es útil para dar al alma la confianza de la perfecta certeza: más este es el único nombre plenamente suficiente.
Nosotros éramos enemigos de Dios: Él no era nuestro enemigo, sino que en realidad el trabajó con el propósito de reconciliarnos con Él, y tiene, por gracia sin igual, realizar esto en la muerte de Cristo, Su Hijo. ¡Cuán trascendente y maravilloso evangelio! Más siendo “mucho más” “seremos salvados por su vida”. Necesariamente esta es la vida de Cristo en resurrección, -- “según el poder de una vida indestructible” Esto no habla de salvación eterna, pero sí de Su poder divino ahora comprometido en salvarnos a través de la Palabra, de los males y peligros que nos amenazan día tras día en nuestra senda. Éste es entonces el sexto aspecto de nuestra bendición, en esta sección–la intercesión sacerdotal de Cristo a la diestra de Dios, cuidando por nosotros en consideración de todas las circunstancia de la tierra.
El verso 11 nos lleva lejos sobre todas las otras bendiciones y provisiones, para hablar de todas nuestras propias actitudes personales hacia Dios. Porque en este caso, las palabras, “Y no sólo esto” nos trae para culminación de toda bendición y gloria. El corazón es llevado lejos del ego, llevado lejos de cada posesión y bendición recibida, para ser ocupado con Dios mismo. “Nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”. Esta es la mas alta y más gloriosa ocupación que alguna alma rescatada puede encontrar: esto será una delicia a nuestras almas a través de toda la eternidad, cuando el pecado es para siempre sacado fuera ¡Sumamente bendecidos es nuestro privilegio y porción de estar tan ocupado aún en un mundo de dolor! Y es nuestro propio carácter normal.
LIBERACION DEL PECADO ES CONSIDERADO
UN CAMBIO DE RUMBO
Nosotros pasamos adelante en verso 12 a un asunto completamente distinto. El asunto de nuestros pecados, lo encontramos en los capítulos 1 al 3, habiendo sido así perfectamente establecido que “Sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo”. Tal asunto no es por consiguiente planteado de nuevo.
Pero, como creyentes, redimidos de la culpa por la sangre de Cristo, nosotros Aún nos enfrentamos con el pecado (no los pecados) como un poderoso enemigo de la prosperidad de nuestras almas. El descubrimiento triste es hecho por el alma redimida, es cuando la raíz horrible del pecado todavía está dentro de ella, y para que determinadamente se le haga salir es con un poder mayor que lo pueda superar. Ahora es este poder del pecado que el apóstol trata completamente desde Rom. 5:12 a Rom. 8:4. Se hace más vívido, y evidente por su pecado personificado como el enemigo de Dios y el hombre. Permítanos mirar esto cuidadosamente leyendo estos capítulos.
Él regresa al mismo principio de pecado en el mundo y la muerte es el resultado del pecado–la sentencia es justa y firmemente impuesta por Dios. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.
El pecado vino por Adán, el primer hombre, la cabeza de una raza perdida y arruinada–la cabeza de una raza determinada a morir. Porque “en Adán, todos mueren.” Toda la humanidad pecadora es entonces esencialmente contenida en un hombre, Adán. Su posteridad ha heredado su naturaleza caída: ellos por consiguiente son pecadores por naturaleza y práctica: ellos cayeron bajo la misma sentencia de muerte que Adán. No hay ningún escape de esta sentencia: sólo justicia perfecta y necesaria, para que la gloria de Dios sea mantenida. En la muerte Dios está respondiendo al pecado: No hay otra forma. El hombre puede intentar librarse de la muerte; pero él debe librarse primero de pecado, en esto él no tiene ni la capacidad, ni el deseo de hacerlo. Así que cualquiera que sea su miedo o aversión de la muerte, es una cita que él no puede evitar.
Los hijos de Adán son “los hijos de ira”, justamente comprometido y condenado a la muerte. En esto nosotros encontramos la honesta y veraz confesión por parte del ladrón en la cruz– “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos” (Lucas 23:41).
El pecado estaba en el mundo antes de que la ley viniera – es decir, la ley dada por Moisés, como es el caso dondequiera que la expresión “la ley” es usada sin ninguna cláusula calificativa. “Pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado” ¿Supone esto que el hombre es menos culpable cuándo no hay ley? De ninguna manera. El pecado es pecado, y el que lo realiza es totalmente responsable, con o sin la ley. ¿Fue Caín sin culpa criminal matando su hermano Abel?, Aún no había ninguna ley. ¿Era el mundo del tiempo de Noé sin responsabilidad por su corrupción y violencia?, ¿Era Sodoma un pobre merecedor del juicio generoso de Dios? Estos puntos no pueden dar dificultad a ninguna mente que razone. Todavía, Dios no había dado ninguna ley para prohibir tales pecados. Sin embargo estaba el perfecto orden de creación, ahí estaba hablando la conciencia, y la promesa de Dios, era que la Simiente de la mujer iba a herir la cabeza de la serpiente – es decir, que Cristo triunfaría sobre el diablo y el pecado. Así, mientras aún no había ninguna prohibición directa, más había el testimonio abundante de la culpa del hombre, si él estuviera solo escuchando.
Pero nosotros podemos discernir esto fácilmente, que bajo las tales circunstancias, la indecible corrupción y el corazón engañoso del hombre defendería descaradamente y se excusaría diciendo que no había ninguna regla para prohibir su tolerancia al mal – y quizás tales cosas no eran pecado después de todo – ¡qué la voz de advertencia de la conciencia era simplemente algo de temerosa superstición que permanece en las tradiciones de un linaje ignorante!
Pero la ley le da al hombre una precisa advertencia de su pecado antes de que él sea llamado a juicio. El hombre sin la ley es parecido a un ladrón que entra en una tienda, tomando y metiendo en su bolsillo mercancía de los estantes, seguro de que él no ha sido descubierto. Pero desde las casetas de vigilancia que están arriba, se ha observado cada uno de sus movimientos. Él está a punto de salir, cuando es prontamente detenido, él se enfrenta con una cuenta que es el registro de cada artículo que él ha robado. Semejante a esto es el trabajo de la ley. Trae una fiel estimación del pecado ante el hombre que es llamado al tribunal del juicio de Dios y trayendo los anteriores pecados a la luz, así como el detestable pecado.
“No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”.
La muerte es la prueba de la responsabilidad del hombre por el pecado. Por que la muerte reinó antes de Moisés que dio la ley, y después de la transgresión de Adán. Para Adán fue dado un mandamiento, que él no debía comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Él desobedeció, y la sentencia de muerte vino sobre él. Más sus hijos, “desde Adán hasta Moisés” no estaban bajo algún mandamiento: Por consiguiente ellos no eran transgresores, así como lo era Adán. Todavía “reinó la muerte” incluso sobre ellos, porque aunque ellos no eran transgresores, ellos eran pecadores, y por el pecado la muerte entró al mundo.
Pero al final del verso 14 se anuncia a Uno de quien Adán era una figura. Éstos son los dos hombres considerados en esta sección – Adán y Cristo. 1Cor. 15 hace manifiesto que éstas son las cabezas de dos razas distintas – el primero está siendo sólo un tipo del segundo. “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo” (v.47). Entre Adán y Cristo no había un hombre de una diferente naturaleza que Adán. Todos estaban concebidos en “el primer hombre”; Todos eran hijos caídos de padres caídos. Además, es claro el v.45 que allí ninguno es, ni será algún otro hombre, sino solo desde Cristo: Él es “el postrer Adán”–“espiritu vivificante” Él no puede ser desplazado, porque Él es el completo cumplimiento de la “figura” visto en el “primer hombre Adán.” De hecho, esto es a través de Él que la resurrección ha venido de la muerte. Y hoy “Él el vive en el poder de una vida sin fin.” El predominio de Adán es interrumpido abruptamente y finaliza por la muerte. No así con Aquel quién “siempre está vivo” – quién “ha abolido la muerte, y trajo la vida y la incorruptibilidad para iluminar a través del evangelio”.
El resto de nuestro capítulo dibuja contrastes distintos entre estas dos cabezas de razas y entre los efectos para aquéllos bajo cada comunión principal.
“No empero como la transgresión, ha sido también el don” (V.M.) El don gratuito es así no simplemente una restauración de lo que la ofensa llevó lejos. Es lejos una mayor bendición en cuanto a la que Adán tenía mientras el no había caído – cada punto de contraste es en favor de la “nueva creación” introducida por la obra de Cristo.
“Pues si entonces, por la transgresión del uno, los muchos suyos murieron, mucho más ahora, la gracia de Dios y el don, que es por la gracia del otro hombre, Jesucristo, han abundado a los muchos suyos”. (V.M.) Permítanos marcar bien las palabras, “mucho más.” La ofensa de Adán ha traído muerte a su raza entera; Pero “la gracia de Dios” transciende lejos de la ofensa y sus consecuencias. Nuestro pecado ha sido verdaderamente grande, pero la gracia de Dios es “mucho más” grande. Nuestro castigo – el castigo de muerte – es justamente grande; pero “el don, que es por gracia” es “mucho más” grande. Esto “han abundado a los muchos suyos” – tanto más como son de la fe de Jesucristo.
Verso 15 pone el castigo de la ofensa en contraste con el don gratuito – es decir, el don por gracia es lejos más brillante que “el pago del pecado” que es la muerte. Verso 16 pone más bien la culpa de nuestras muchas ofensas en contraste con el don gratuito. No es simplemente que el don gratuito cubra la culpa de alguna ofensa de Adán, sino que la ofensa trajo el juicio sin ninguna posibilidad sino condenación: pero es aplicado a la absoluta exoneración de las muchas ofensas, esto es un gran propósito de justificación – un estado de justicia cumplida. Antes de su pecado, Adán no conoció tal estado: había más bien un estado de inocencia – no de justicia o santidad.
Por la transgresión de Adán “reinó la muerte”. En la creación sobre la cual a Adán le había sido dado dominio, él ha perdido su regla: él no tiene más dominio: en cambio reina la muerte. Pero ”abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo” Mientras Adán reinó en el Edén allí estaba siempre – presente el peligro de muerte usurpando su reino; pero aquellos que están bajo la gracia de Cristo “reinarán en vida”,-- una vida que es eterna, sin la posibilidad de la interferencia de muerte. Aquí simplemente es un reino futuro en un estado establecido de vida. En Cielo por lo menos, cuando nosotros reinemos con Cristo, no puede haber ningún asunto de muerte que finalice este reino.
Adán en Edén estaba en un condicional estado de vida natural: Cristo nos pone en un estado establecido de vida espiritual – la vida eterna. El contraste es infinito. Adán se le adjudicó en la tierra como su esfera de bendición – condicionalmente: más nosotros somos presentados por Cristo al Cielo – incondicionalmente.
¿Pero es la posibilidad de esta bendición confinada sólo para una clase selecta? Verso 18 es la respuesta real. ¿Qué llevó Adán teniendo su pecado?, ¿Y en cuántos? La conducta era hacia la condenación, y “a todos los hombres.” Su efecto (el efecto de la transgresión de Adán) era para traer a todos los hombres bajo la situación de condenación. La conducta sobre todos los hombres, a causa de la justicia de Uno, es para justificación de vida. A ninguno le está prohibido venir bajo la virtud de la obra y ser constituidos en Cristo – el resultado del cual es “la justificación de vida.” Ésta es una justificación que no sólo aclara del todo el cargo de la culpa, sino que traslada al creyente de un estado de muerte a un estado de vida eterna – no sólo le da un nuevo lugar ante el trono de Dios, sino también una comunión vital con Dios, para que se goce en su presencia. Este es el contraste para la condenación de muerte, bajo la cual muchos de la descendencia de Adán están puestos en la virtud.
Verso 18 habla de “todos los hombres”: el verso 19 usa la palabra, “muchos”, -- un cambio necesario para ser destacado. El anterior habla de provisión de Dios, hecha sin parcialidad y encomendada para la aceptación de todos. El último hace referencia a aquéllos que reciben Su provisión: sólo “muchos” – no todos – son “constituidos justos”. Así el verso 19 nos presenta a aquéllos que están actualmente bajo los constituidos en Cristo. Como la cabeza, así es el pueblo. Por la desobediencia de uno Adán los “muchos” se hicieron hijos de desobediencia. La obediencia de Cristo, humillándose incluso hasta la muerte por nuestra causa, hizo a los muchos justos – de hecho “tantos como los que ha recibido.”
“Pero la ley entró, para que la transgresión pudiera abundar” (v. 20, JND). La ley no tiene ninguna relación en la transgresión de Adán, o la justicia de Cristo, excepto para exponer más plenamente el mal de la transgresión. “Mas donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Cuan extremadamente sin igual es la gloria de esta gracia, venciendo completamente la terrible maldición del pecado, y transcendiendo infinitamente a la bendición de una inocencia anterior. Es puro, real, poderoso y lleva con esto el perfecto amor y santidad de Dios, limpio de la mancha humana de la autoindulgencia o libertinaje, no proveyendo para el mal en la carne, sino transfiriendo al creyente fuera de la autoridad del pecado, hacia la libertad de sujeción a Él, de quien es el yugo fácil y ligera su carga. ¡Abundando en la gracia verdaderamente!.
Verso 17 nos ha dicho que nosotros “reinaremos” – contrastando nuestra cautividad anterior a nuestro triunfo futuro. Verso 21 contrasta la anterior autoridad del pecado por el presente triunfo de la gracia. ¡Benditos inexplicables temas! “el pecado reinó para muerte” pero ahora “la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. El pecado y la muerte han sido verdaderamente una poderosa combinación, pero la gracia los ha transcendido infinitamente, todo perfectamente consistente y unido con la justicia. No es él sólo un cordón de dos dobleces, sino de tres dobleces. La gracia y la justicia están íntimamente relacionadas con la vida eterna. La Cristiandad ha hecho de estas tres posiciones una gloria sin igual, una gloria valorada por el Nombre de “Jesucristo, Señor nuestro”, el Nombre por quién estas cosas son cumplidas y ligadas juntas. Permítanos una vez más destacar la constante importancia en el capitulo que toda verdadera bendición es “mediante Jesucristo, Señor nuestro”.
Romanos 6 Un Cambio de Dominio
Con la comunión de Cristo establecida para el creyente – una comunión que hace de la nueva vida un contraste con la vida antigua heredada de Adán, y una gracia que reina donde habia reinado el pecado, gracia abundante sobre la enormidad del pecado – hay una pregunta que algunos estarían muy inclinado a presentar. El apóstol se anticipa y contesta esto de modo encantador, en un estilo indiscutible. “¿Qué pues diremos?”,¿Qué conclusión puede deducirse de la simple verdad de gracia que abunda sobre la poderosa corriente de pecado? “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” ¿Quién de los que verdaderamente han conocido la bendita realidad de la gracia de Dios podría tolerar la arrogancia impía? ”¡No lo permita Dios!” Es por supuesto simplemente una sugerencia del diablo, más Dios lo enfrentaría inmediatamente.
El pensamiento es contrario al carácter cristiano y naturaleza. “Porque los que hemos muerto al pecado, ¿Cómo viviremos aún en él?”. Este capítulo trata puntualmente y simplemente con la verdad de nuestra muerte al pecado en virtud de la asociación con la muerte de Cristo, quién “al pecado murió una vez por todas”. Romanos 7 habla más bien de nuestra muerte por la ley como un medio de producir frutos para Dios.
Acerca del pecado, Dios tiene judicialmente y totalmente acabado el poder de este por la muerte de Su Hijo. Todos los creyentes son identificados con Él, habiendo por consiguiente necesariamente muerto por el pecado. El juicio de Dios ha sido ejecutado: la muerte ha tomado lugar, separándonos del mismo dominio en el que nosotros caminamos una vez. Cuándo Dios tiene, por muerte, la separación del pecado, ¿cómo nos atreveremos nosotros a conectarnos de nuevo con este? ¿De hecho, cómo puedo tomar yo placer en eso que dio al Señor Jesús Su agonía indecible en la cruz de Calvario? ¡OH, que nuestras almas renuncien absolutamente y aborrezcan todo pensamiento impío! Todavía, la verdadera base de este aborrecimiento del pecado está en el absoluto, establecimiento, del hecho invariable de la verdad, que “hemos muerto al pecado”. Es más, sumisión a la verdad y a la justicia de este juicio de muerte, es la única base de una vida que agrada de aquí en adelante a Dios.
Ahora la ordenanza inicial del bautismo hacia Jesucristo se propuso para enseñar la lección señalada de nuestra identificación con la muerte: nosotros “hemos sido bautizados en su muerte”. El bautismo de agua habla por supuesto de la enseñanza en la cual no está, por consiguiente, involucrada la vida eterna. Pero por bautismo nosotros somos asociados con la muerte de Cristo. “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo”. El acto del bautismo es ser sepultado en identificación con el Señor. Así yo le doy el significado que he acabado con la carne – siendo el bautismo, no la expresión o el resultado de la muerte, sino la figura de la muerte que yo confieso públicamente, en asociación con Aquel quién ha sido crucificado, como tomando la misma sentencia sobre mí mismo. La figura está por supuesto basada en el hecho de la muerte del Señor Jesús. Pero siguiendo esto como una esencial y lógica consecuencia, en nuestra responsabilidad práctica que está basada en el hecho de Cristo que es levantado de la muerte por la gloria del Padre. Si Cristo ha sido levantado de la muerte en una perfecta nueva condición de vida, es en esta esfera de vida que yo estoy viviendo – ciertamente no en la esfera impía antigua de vida corrupta que ya ha venido bajo la sentencia de muerte.
Se notará que aquí nosotros no encontramos habitando en nuestra posición como elevados con Cristo, puesto que esta doctrina está necesariamente conectada con el ministerio aquí – pero más bien nuestra muerte como identificación con Su muerte, y nuestra responsabilidad de andar en novedad de vida, porque Él ha sido levantado de la muerte. Nuestra conexión con Él en resurrección ha sido vista como al futuro, además establecida promesa. Note los versos 5 y 8. En Colosenses nuestra posición es en la actualidad “resucitados con Cristo” esto es verdaderamente preciso al entrar en acuerdo con el carácter del libro. Pero en romanos nuestro vida futura, juntos con Cristo, es presentada como un poderoso incentivo de una presente sujeción a Él.
Porque, desde que nosotros hemos sido identificados con Él en la semejanza de Su muerte, es más un asunto de tiempo hasta nuestra pública identificación con Él en Su resurrección – una cosa establecida, aún la vemos como una promesa en romanos.
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Él, para que el cuerpo de pecado sea anulado, para que nosotros no sirvamos continuamente al pecado” (JND). Aquí nosotros tenemos un final, una muerte absoluta – “el viejo hombre” ha sido de una vez por todas crucificado con Cristo. Esto no es un asunto de experiencia, sino de hecho como recuerdo del estado en el que nosotros nacimos como hijos de Adán. El juicio de Dios ha pasado: la sentencia ha sido ejecutada; el cuerpo de pecado ha recibido su anulación absoluta. Ninguna de sus demandas o carácter pueden siquiera nuevamente ser reconocida o considerada delante del trono del juicio de Dios: Dios ha considerado totalmente, encontrarlo y juzgarlo en la cruz de Cristo.
Por la cruz “el cuerpo de pecado” es “anulado” (es la palabra apropiada); y el mismo demonio es anulado – su poder completamente quebrado como memoria de la dominación que él una vez tuvo incluso antes de la cruz, aún sobre aquéllos quienes eran los santos de Dios, pero “y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb. 2: 14, 15). Su dominio ha recibido su muerte – desecho así para el que tiene el dominio del pecado, por medio de la cruz bendita de nuestro Señor Jesucristo.
Necesariamente sigue por consiguiente, “a fin de que no sirvamos más al pecado”. Si él (por el pecado que es aquí personificado) había tenido su dominio anulado, ¿por qué le da la satisfacción de estar obrando como su siervo?.
Es más, su dominio, acerca de nosotros, es anulado porque nosotros hemos muerto con Cristo y la muerte nos liberta de esa esclavitud anterior: nuestra libertad ha sido ganada – y ganada en justicia: no es simplemente un asunto de ganancia de libertad, sino de asegurar una absolución honorable de un amo cruel. “Él que ha muerto está justificado de pecado” (JND). “Y si morimos con Cristo, creemos que viviremos también con él; sabiendo que Cristo, habiendo sido resucitado de entre los muertos, no muere ya más; la muerte ya no tiene más dominio sobre él” (VM).
Cuando “morimos con Cristo”, esto sólo se refiere a los creyentes verdaderos – no a aquéllos que han sido bautizados simplemente hacia Su muerte y así sencillamente se han identificado exteriormente con Él. Esto es realmente de la identificación con Cristo en Su muerte, como es también en el verso 5. El argumento procede de la forma por la verdadera identificación con Su muerte y desde allí a la identificación con Él en su estable vida en resurrección. Si hay esta realidad en nuestra identificación con Su muerte – es decir, si nosotros verdaderamente hemos muerto con Él – nosotros entonces tenemos la convicción de fe que viviremos con Él. Es fe acerca del futuro ciertamente, pero un principio de fe para ser puesto en práctica ahora.
Porque la muerte, teniendo el dominio en el mundo cuando Cristo vino, debido a la identificación de Cristo con los pecadores, este dominio ejerció sobre Él para llevarle a la muerte. Pero Él ha ascendido ahora, a una esfera diferente, donde la vida y la gloria moran, y la muerte no tiene dominio, ni puede jamás entrar – porque el pecado no tiene lugar allí.
“Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas”. La muerte era la completa separación de Cristo del reino del pecado, en el que Él había entrado al nacer; y Su muerte ha puesto al lado de una vez por todas ese reino.
“…mas en cuanto vive, para Dios vive”. En el reino antiguo, el pecado había abundado, no podía ser ignorado; debe ser considerado. En el nuevo reino de vida en la que Cristo está ensalzado, el pecado no tiene siquiera alguna consideración: “las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios”. Dios es la única consideración que mantiene el alma absorta. ¡Verdaderamente bendita Emancipación! ¡Dulzura inexplicable y santa libertad!.
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Aquí vemos la aplicación de la verdad a nosotros de manera práctica. El verso 2 insiste que nosotros “hemos muerto al pecado”: es un hecho establecido, judicialmente. El verso 11 nos exhorta a “consideraos” nosotros como tal–y “pero vivos para Dios”. ¿Es esta la diaria consideración de nuestras almas? ¿Nos recordamos fielmente de nuestra posición “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios? (Colosenses 3: 3) – y especialmente así ¿cuando las innumerables palabras atractivas de la ascensión destacan estás sobre nuestra atención? ¿Hay entonces la simplicidad de fe que dice serenamente y firmemente, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”?. Esto es poniendo la posesión en aquello “que es realmente vida” (1 Tim. 6: 19, JND).
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias (lujurias)”. Si yo he muerto para el pecado, no es ya más mi señor: ha reinado sobre mí antes, pero ahora el reino de gracia es a través de la justicia. Por consiguiente yo estoy ahora para rechazar el pecado en cualquier autoridad, sea la que fuere. ¿Yo tengo otro Señor: por qué debo ser yo obediente al pecado? ¿Sí sus derechos y títulos han sido rotos: le permitiré yo entonces cualquier prerrogativa sobre mí? Dios lo prohíbe. “sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. (Rom. 13: 14).
“Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”
Es la sabiduría de cualquier criatura para reconocer con toda simplicidad que él está bajo autoridad. Incluso el más rebelde, degradado e infeliz en el mundo es así: incluso el más orgulloso, respetable, honorable noble de la sociedad – independiente y autosuficiente como él puede considerarse. Divergente como su natural carácter puede ser y aún puede estar sin Cristo, en ambos casos se han rendido a la autoridad del pecado. El hombre puede intensamente detestar esta misma palabra, “rendirse”, pero esto es en su misma naturaleza rendida: hacer lo contrario es imposible para cualquier criatura. Si no se rinde a Dios, simplemente se rendirá al pecado.
¡Bien pueden las almas de los cristianos ser movida en un solemne pensamiento! Nuestra preservación del poder del pecado y de la mentira sólo es en sujeción a Dios. Constantemente, aunque las frecuentes inconsistencias, nosotros estamos rindiendo nuestros miembros, ya sea a Dios o al pecado. Toda palabra, toda pequeña acción es manifiesta. Obstinación, orgullo, independencia de Dios son simplemente los resultados de rendirse a la voluntad inicua. ”Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” son por otro lado los frutos de rendirse a Dios – y de negar a mi voluntad inicua cualquier título de autoridad. Es sólo nuestro servicio inteligente, “como vivos de entre los muertos”.
La relación entre romanos 12: 1 y estos versos es evidente. Los miembros de nuestros cuerpos son instrumentos que en el tiempo que nosotros vivamos están en uso, trayendo fuertes detalles de conducta que dan evidencia de sujeción a quien sea nuestro señor. Pero permítanos remarcar que en la rendición a Dios, no son simplemente los detalles de conducta mencionados; no simplemente nuestros miembros, es mejor primero, “presentaos vosotros mismos a Dios” (rendirse a Dios) y después “vuestros miembros.” ¡Bendita, instrucción aprovechable aquí! No dejemos escapar nuestra sincera obediencia y meditación. Porque una cosa es buscar hacer mi conducta conforme a los deseos de Dios: otra cosa es rendirme a Él. Con todo entonces verdaderamente, después haber tenido todo, sin reservas me rindo, permitir a mis miembros que se vuelvan de forma consistente “A Dios como instrumentos de justicia.”
Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” ¡La más admirable y simple conclusión! Si nosotros somos libertados de la esclavitud de la ley (qué aunque condenó el pecado, nunca podría libertar del pecado), y trajo bajo la bendición del reino de gracia, ¿dónde de hecho ha sido dejado algún lugar para el pecado? La gracia nos ha salvado de nuestros pecados, y del dominio en que el pecado una vez nos gobernó. ¡Bendita e inexplicable emancipación! Permitámonos valorar la gracia a su precio apropiado y asir seguro la santidad, y la pureza de su carácter.
- “Bajo la ley” simplemente significa una posición donde la ley nos mantiene en autoridad, como estaba Israel desde el Monte Sinaí hasta la cruz de Cristo.
- “Bajo gracia” tiene referencia a una posición en que la gracia nos ha poseído para introducirnos – un contraste absoluto y distintintivamente atractivo.
Las dos cosas no pueden mezclarse. “Bajo gracia” es nuestra posición como el resultado de la bendita cruz de Cristo: “bajo la ley” era una posición que no suponía cruz y ninguna salvación de la esclavitud.
“¿Qué pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera” (“Dios lo prohíbe” VKJ). Esta pregunta, y aquella del primer versículo de nuestro capítulo, es el escepticismo natural en las interrogantes del incrédulo. Pero ellas son sinceras y totalmente enfrentadas. Esto es realizado para que no sea un simple hecho en nosotros el ser bendecidos por los beneficios de la gracia, ni hay allí cualquier pensamiento de gracia en tolerancia o autorización para el pecado; sino que nosotros somos libertados de una posición de esclavitud a una posición de gracia y libertad, donde la justicia tiene su perfecto lugar inamovible. ¿Nos atreveremos entonces a sugerir que el pecado es permitido libremente en el reino? Esto sería en desprecio enteramente de la gracia en lugar de entenderla y apreciarla.
“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”
Es un principio simple: si yo me rindo al pecado, yo soy el siervo del pecado – con la muerte como mi salario. Si yo me rindo a la obediencia de Cristo, tal es mi servicio y la justicia es el resultado. Esto se extiende por distintas líneas: nosotros podemos servir a sólo un señor. Pero Pablo no alteraría a los romanos cuestionando el carácter permanente de la liberación de la esclavitud del pecado. Más bien él insiste en ella y agradece Dios por ella. Ellos habían obedecido de corazón la forma de doctrina en la que habían sido instruidos, en el real e incuestionable hecho que habían sido “libertados del pecado”, volviéndose “siervos de justicia”. Él no desea, por cualquier medio, acusarles de retornar de hecho a la condición anterior de esclavitud del pecado. Semejante hecho no podría ser, excepto la profesión de Cristiandad que no haya sido el resultado de fe genuina en el Señor Jesucristo. En cuanto a esta última pregunta en la epístola a los hebreos es tratada; pero en Romanos esta no es la consideración. Mas la liberación práctica puede venir sólo del conocimiento apropiado de liberación real por medio de la crucifixión de Cristo.
Los dos principios, pecado y justicia, son personificados como señores contrarios. Pablo habla así después a la manera de hombres, considerado la debilidad de nuestra carne. Porque no es que nosotros seamos simplemente esclavos para justicia: nuestro real Señor es Cristo. Mas al tratar con el deseo para caminar en justicia por parte de un creyente, él pone esto de esta manera para dar distinción a su argumento.
En el verso 18 trata con el hecho real: verso 19 con carácter práctico. Esto es fácilmente discernido, especialmente en la Nueva Traducción, donde verso 18 es dado con mayor fuerza – “Y libertados del pecado, viniste a ser siervos de la justicia”. El verso 19, por otro lado, nos exhorta a “Así ahora ofreced vuestros miembros como siervos de justicia, para obrar la santificación”.
“Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia”. No reconocemos ninguna demanda de la justicia sobre nosotros mientras estamos en la esclavitud del pecado. Ahora, como siervos de la justicia, las demandas del pecado son así para ser completamente repudiadas.
“¿Pero que fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte”. En mi esclavitud anterior mi práctica era coincidentemente vergonzosa. Y entonces yo no tenía ningún pensamiento como “fruto” para Dios, permítame solo traerlo a la vista. Ahora mi conducta anterior puede sólo hacerme avergonzar. A todos quienes han sido redimidos por la preciosa sangre de Cristo aprenden a estar totalmente avergonzados del “tiempo pasado de sus vidas” en el que ellos “caminaron según este mundo,” con un mínimo sentido de las demandas de Dios en ellos. “El fin de estas cosas es la muerte”: la única dirección que ellos llevan es hacia la muerte.
Pero los romanos habían obtenido su libertad del pecado y se habían hecho siervos a Dios. El resultado es “vuestro fruto la santificación” ¡Emancipación bendita que obra con tal efecto! “como fin, la vida eterna”. Estas cosas son correspondientes a la vida eterna en lugar de la muerte, como el fin de mi anterior párrafo escrito. Es un fruto duradero mejor que la obra que perece. No es un asunto de mi persona, sino del servicio.
El servicio bajo el pecado ha de recibir solamente su justo pago – la muerte: Tal es el resultado merecido. Pero para el creyente tal esclavitud ha sido rota por el don gratuito de Dios – “vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” no merecido, pero gratuitamente dado. ¿Cómo podríamos nosotros no regocijarnos en semejante cambio de señor?.
Leslie M Grant
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