Verso de Hoy

La ira el síndrome de la agresividad.





EE.UU., (ORBITA) Por el Dr. Ramón Murray.- La ira es emocionalmente un mecanismo de defensa, uno se aíra cuando nuestro intelecto es atacado o nuestro amor propio es herido. También uno se aíra en momentos cuando somos ofendidos y entendemos que fue algo totalmente injusto.

Podemos reaccionar con ira por muchas razones; según Smalley en su libro, Vínculo de honor, bajo el subtítulo: Los tres rostros de la ira, expone la idea del psicólogo Gary Oliver donde dice que la ira es producto de tres emociones primarias como son: sentimientos heridos, frustraciones y sentido de inseguridad. Pero la ira no necesariamente tiene que llevar a la agresividad, pues aunque la ira es una reacción emocional, la agresividad es una acción física y por ende controlable.

La agresividad no es necesariamente falta de dominio propio. En ocasiones la gente espera que uno explote sólo para sacarlo de sus casillas, lo molestan o lo desafían hasta que uno no aguanta más. Lo interesante del caso es que tener dominio propio, en estas circunstancias es una forma de responder a aquéllos que esperan una reacción violenta.

El expresar serenidad, en un sentido, es un método de comunicarles que hay una sobriedad, que hay un sabio análisis de lo que pasa y una madurez que no permitirá un descontrol de si mismo. En estos casos, si la persona reaccionara con algún tipo de agresión, sea verbal o física, sería como cuando un padre castiga a sus hijos teniendo como fin, no el dañar, sino el disciplinar.

La agresividad es también demostrada impulsivamente y de una forma descontrolada. Sabemos de crímenes y asesinatos que se han cometido y que han comenzado con una simple palabra ofensiva. El hombre que no ejerce dominio propio actúa instintivamente y su falta de dominio propio lo puede llevar de una simple discusión a un homicidio. La agresividad descontrolada tiene la tendencia a escalar a fines vergonzosos.

La agresividad se ha dividido en dos características: agresividad emocional y agresividad instrumental. Cuando no tenemos dominio propio, la agresividad es emocional, su fin es incierto y puede vacilar de una simple ofensa verbal a un horrendo crimen. También el blanco, en muchos casos, puede llegar a ser el mismo agresor y atentar contra su propia persona con impulsos de castigo o incluso suicidio. Este tipo de agresividad, aunque suena dramática no deja de ser verdad y hacer crueles verdugos de personas comúnmente conocidas como calmadas e inofensivas.

Para actuar desmedidamente no se tiene que ser un psicópata. Aun, muchas personas perfectamente normales, cuando no tienen dominio propio, pueden llegar al borde de la psicopatía. Los psicópatas son reconocidos por su conducta agresiva y antisocial, su descontrol es notorio y su dominio propio es mínimo. El psicólogo Bernardo Estamateas declara que este tipo de persona posee un alto grado de agresividad y buscan constantemente a quien hacer daño.

Increíblemente, cuando usamos de dominio propio, la agresividad puede llegar a ser de gran ayuda y servir como una herramienta, o como un instrumento para lograr fines positivos de enseñanza y corrección. Así, si la agresividad es controlada y más bien orquestada, con una meta en mente, los resultados no crearán caos ni traumas sino orden.

Cristo en una oportunidad vio que el templo en Jerusalén se usaba como negocio callejero de compra y ventas de animales y quien sabe que otra mercadería. La reacción agresiva de Jesús es un ejemplo de un total dominio propio. Dice la escritura que Él “preparó” un látigo. Cristo en su celo santo y espiritual pudiera haber arremetido furiosamente sin ningún control de si mismo. Sin embargo, él tomó su tiempo para preparar un látigo el cual usaría para echar a los cambistas fuera del templo. Este es un ejemplo de agresividad instrumental.

Siempre se ha visto y aun comprobado científicamente que la persona agresiva, lo es en cualquier lugar. Es decir esta persona reacciona agresivamente porque esta es su forma de ser, ha sido agresivo desde niño, continuó agresivo en su juventud y cuando fue adulto ya era una condición normal para él. Así lo aprendió, y así se acostumbró, y esta vino a ser su forma de comunicarse en situaciones donde quiera que se sintiera provocado. Sin embargo, en muchos de los casos no es un asunto irreversible, más bien es un asunto de entender su temperamento y de educar a la persona.

El ejercer buenos modales y a reaccionar inteligentemente y sabiamente ante estímulos que provoquen una acción rápida, es parte del entrenamiento hacia una maestría del dominio propio.


COPYRIGTH: DR. RAMON MURRAY

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