LA TRAGEDIA DE UN SUICIDIO.
Hay algo en la tragedia de un suicidio. La vergüenza de decir que él o ella decidió quitarse la vida. El remordimiento de no haber podido hacer nada para prevenirlo, o el pesar de no haber sabido como ayudarlo o ayudarla. El sentido de culpabilidad por no haber actuado mas rápidamente, mas oportunamente, mas comprensivamente, mas amorosamente. Saber que todas aquellas diferencias de opiniones eran avisos de un corazón quebrantado, que venía pidiendo ayuda y nadie, se daba por aludido. Mil preguntas sin respuestas, ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? O simplemente una madre preguntándose, ¿Por qué Dios mío? ¿Por qué no quise escucharla? ¿Por qué me cegué tanto? ¿Por qué no preste atención a esos avisos que disfrazados en indiferencia, enojos, incomprensión me gritaban en silencio “necesito ayuda, Mama...” ¡Hijo mío, hija mía ¿Por qué?
Aquella noche sonó el timbre del teléfono, y al responder me enteré de la mala noticia. Con llantos y sollozos incontrolables me pedía que fuera a su casa, en medio de las palabras repetía desconsoladamente ¿Por qué, pastor, por qué?
El joven no era miembro de mi iglesia, ni siquiera asistía a las reuniones, aunque lo habíamos invitado muchas veces. Solo su madre y hermanas asistían, y de vez en cuando su padre también. La vida del joven era como la de cualquier otro joven de 19 años apartado de Dios. Lamentablemente era mal influenciado por sus amigos, y de vez en cuando acostumbraba tomar drogas y salir de parrandas con sus “amigos” pandilleros. Su vida, casi privada, no demostraba ningún problema personal ante los ojos de los que no lo conocían; Solo su madre le notaba incomunicativo, depresivo y mal humorado, la mayoría del tiempo. Claro, ella se lo atribuía a su edad, a una faceta que superar, o quizás a algún idilio juvenil. Después de todo ya era mayor de edad y ella no quería inmiscuirse en su vida.
Si alguien hubiera sabido que él quería salir de las drogas, por si solo, y no podía. Que todos sus intentos de lograr algo en la vida fracasaban. Que en sus estudios las cosas andaban terriblemente mal. Lo ultimo que se supo fue que de su trabajo lo habían despedido. Moralmente y anímicamente estaba destrozado, pero ¿quien lo sabia...?
Aquella noche del teléfono, el joven, no aguantó mas y en una sobredosis dejo de vivir. Yo tuve que asistir en su funeral. Hasta el día de hoy su madre pregunta ¿por qué? y cada Sábado se ve junto a la tumba de su hijo querido. Aunque las preguntas son muchas ya no hay respuestas; el joven se las llevó con él, el día que se suicidio.
CUIDADO CON EL SUICIDIO, UNA MENTE SUICIDA ES DIFÍCIL DE DESCUBRIR, EN UN PRÓXIMO ARTICULO HABLARE DE ALGUNOS SÍNTOMAS PARA ALERTAR A LOS PADRES.
(CÁTEDRA A MIS ESTUDIANTES.)
BUENO ESTA ES MI OPINION CUAL ES LA SUYA?
© Dr. Ramón Murray
Dr. Ramón Murray, Ph. D. Th. D. Ed. D.
Teólogo, Filosofo, Educador.
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