Verso de Hoy

El materialismo platónico de Marx. APOLOGETICA.





Sin embargo, Marx aceptó el proceso de cambio de la dialéctica de Hegel para mirar la realidad como un proceso que se puede comprender por la mente y que procede de la dialéctica de la tesis, la antitesis y la síntesis. Más tarde Marx rechazó por completo la dialéctica hegeliana y trató de implantar un materialismo dialecto perfecto, alegando que solo la mente del hombre procede de lo material y que todo proceso que ocurre en él debe ser a través de un cambio dialéctico de la materia.
Fácilmente Marx llegó a la conclusión de que había que hacer reformas en las clases sociales tratando con lo material, lo cual es la prioridad del hombre, y ello a través de una revolución dialéctica del pensamiento. Esta afirmación de Marx difiere totalmente de las enseñanzas del cristianismo, en las que lo espiritual tiene más valor que lo terrenal y en lo que Dios interviene a favor de los que en él creen. El cristianismo enseña que los cambios sociales ocurren a partir de la transformación del alma de los individuos, trayéndolos de las tinieblas a la luz.
Este materialismo platónico de Marx y la búsqueda de causas sociales para el cambio material del hombre le dieron dos razones forzosas para abolir la religión y decir que era el opio de los pueblos y así poder promover su ateísmo. Primero, que su materialismo niega la existencia de lo sobrenatural y segundo que la mera estructura de la religión organizada había apoyado a través de las edades las supresiones burguesas del proletariado, ya que el materialismo es dogmático desde su punto de partida hasta su final. Su dogma cardinal es el átomo o la fuerza de movimiento. Todo ello junto forma la fuerza de la materia.
El materialismo marxista no puede tolerar ninguna teoría que no sea la suya, aunque no sabe cómo surge la vida, el sentimiento o la conciencia. Para el materialismo dialéctico todo esto debe venir de la materia, por medio de la transformación de la energía. Lo que da a entender que para el materialismo, la generación de la vida solo puede ser espontánea. Sin embargo, Marx murió y tuvo que enfrentarse a la realidad de que más que materia era espíritu y alma viviente dada por su Creador, el Dios del cristianismo a quien condenaba.
Carlos Marx olvidó que la mente y el espíritu se elevan por encima de la materia y traspasan las leyes de la materia. Puesto que el alma y el espíritu vienen de Dios y no pueden ser aprisionados en la materia. Se puede aprisionar al pensador, pero nunca a lo pensado. La materia se puede tocar, pero alma y el espíritu que no se ven marcan la carta de ruta para un viaje al más allá, dejando a la materia en el más acá.
Marx se olvidó de la voluntad de la cual el materialismo nada dijo ni nada tiene que explicar hasta el día de hoy. La voluntad será siempre una causa, la materia siempre un efecto. El materialismo olvidó la elección que conduce al hombre a decidir libremente entre todas las cosas. Entre ellas, la mejor es Dios, y afiliarse al cristianismo y no a religiones e ideologías muertas es la decisión que todo hombre enfrentará. ¿Dónde pasara el hombre la vida eterna? Esa es la pregunta que debe contestar el hombre. Si el materialismo afirma que el hombre es un autómata llevado por la materia, nuestra voluntad y nuestra elección nos da la libertad de convencernos de que no lo somos.
El materialismo dialéctico predica que la bella naturaleza que nos rodea es resultado de un feliz accidente que se fortalece con el progreso maravilloso de la evolución y que todo lo que vemos nace de este modo. Mas la Biblia dice, y el cristianismo sustenta, que Dios creó todas las cosas: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:1-4).
La personalidad del hombre creada por Dios sobrepuja la naturaleza de la materia, el poder de la memoria y el sentido de responsabilidad nos hace ser seres espirituales más que materiales. Por eso podemos sobrevivir a los cambios materiales en nuestros cuerpos, desafiando las leyes de las enfermedades; y aunque muchas veces somos vencidos por la muerte, la voluntad del ser humano siempre luchará por sobrevivir. Pero aun después de ser vencidos por la muerte, el espíritu y el alma seguirán viviendo en cualquiera de los dos lugares ya establecidos. Según el materialismo, no puede haber ninguna base estable para la moralidad; sin embargo, para el hombre que cree en lo espiritual, la misma naturaleza le hará sentir que hay valores en la vida más elevados que la materia.
De todas maneras aunque Marx fustiga la religión como el opio de los pueblos, si la religión no hubiera existido el mismo Marx la hubiese inventado; ya que la necesidad de buscar a Dios en el hombre sale cientos de veces a relucir en su alma. Es bueno explicar que no todas las religiones consuman el deseo de encontrarse con un verdadero Dios. La superioridad de la mente y el pensamiento sobre la materia se puede ver fácilmente debido a que aquella usa la materia y esta es sierva de la mente. Así que la mente moldea a la materia y la materia no puede hacer nada sin la mente.
En el caso de Carlos Marx se cumplió el refrán que dice: “No hay peor cuña que la de su propio palo”, ya que siendo el organista en la iglesia que pastoreaba su padre, terminó haciendo totalmente una proyección inversa a lo que debió ser. Es posible que la ideología de Marx opuesta a Dios pudo haberse originado en la precaria salud que siempre tuvo y en la pobre y azarosa vida económica en la que vivió. El proverbista Salomón le dijo a Dios: “No me des muchas riquezas, no sea que teniendo mucho me olvide de ti; tampoco me des pobreza, no sea que no teniendo nada te maldiga”.
Para entender el pensamiento de Marx contra la religión, y en particular el cristianismo y el judaísmo —ya que también fue antisemita—, debemos mencionar la influencia que tuvo del filosofo Ludwing Feuerbach, en cuyo libro La esencia del cristianismo (1840), escribió sobre la religión “como el sueño del espíritu humano”. Allí ideaba su tesis, basándose en que las ideas religiosas son solamente la proyección de los sueños de un individuo sobre un objeto ilusorio. Añade en su tesis que las personas crean los objetos que sueñan, “la encarnación no es más que el reflejo del sueño de un individuo por convertirse en Dios”.
Estas ideas influyeron grandemente en Carlos Marx para sustentar su crítica a la religión judeocristiana. Es posible que el filosofo Feuerbach tuviera razón cuando habló de religión y quizás Marx también la tenga, porque la religión es el afán del hombre por encontrarse con un Dios. Sin embargo, en lo que se equivocaron fue en que el cristianismo no es una religión, sino un Dios rescatando y salvando a un hombre espiritual de las garras del pecado.
Para Marx la religión es parte de la ideología de una sociedad, mas para el cristianismo Dios es el dueño de la sociedad. Cuando Marx dijo que la religión es el opio de los pueblos, quiso decir que la religión apoyaba la economía del statu quo, porque para él la iglesia o religión van tomadas de la mano con la burguesía. Esto debido a las promesas alienantes que ofrece la religión a las masas desposeídas para hacer que estas se contenten con la condición detestable en que se encuentran.
Citamos a Marx: “La desgracia de la religión es la expresión de la desgracia real. La protesta en contra de la desgracia real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo cruel así como el espíritu de una situación apocada, es el opio de los pueblos. La abolición de la religión como la felicidad ilusoria de las personas se requiere para su felicidad real”.


Dr. Ramón Murray, Ph. D. Th. D. Ed. D.

Teólogo, Filosofo, Educador.

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